sábado, octubre 25, 2008

Enola Gay.


Discurso por radio del presidente Truman, 6 de agosto de 1.945:
“Hace 16 horas un avión americano ha lanzado una bomba en Hiroshima. Es una bomba atómica. Ahora estamos preparados para eliminar más rápida y completamente cualquier empresa productiva que los japoneses tengan sobre la superficie de cualquier ciudad. Si no aceptan nuestros términos de rendición, deben esperar una lluvia de ruina desde el cielo, de una clase nunca vista en la Tierra”

16 horas antes, sobre un puente en forma de T y a unos 500 metros del nivel del suelo, estallaba “Little Boy”. -Era el nombre de la bomba-. En pleno corazón de Hiroshima, con sus 200.000 habitantes. Allí, pegadita a las mujeres que preparaban los desayunos, a los niños remolones que se negaban a emprender el paso en el nuevo día y a los ancianos que soñaban con amores crepusculares.

Una bomba atómica de uranio, con un peso de 5 toneladas y tres metros de largo provocaba una bola de fuego primero morada y más tarde como un sol blanco y brillante. El artefacto masacraba en solo milésimas de segundo 60.000 vidas, así como causaba heridas a otras 70.000 almas. Todas las criaturas a menos de 300 metros de aquel triste puente se vaporizaron, la onda expansiva se sintió a 60 kilómetros, y las sucesivas oleadas de fuego y radiación lo arrasaron todo, lo abrasaron todo. Los vientos, a cientos de kilómetros por hora y a más de 500 grados centígrados, carbonizaron a las personas, a los animales, a las casas y a los árboles. Mientras, el hongo crecía elevando su espectro 15 kilómetros por encima de los restos.

Media hora después una lluvia negra comenzaba a caer sobre Hiroshima, esta lluvia provocaría, junto con los efectos de la primera radiación, 80.000 muertes más en los días posteriores, en los meses y años del largo calvario radioactivo, incluso en generaciones que nacieron después del macabro vuelo del Enola Gay.

Tres días más tarde se vuelve a repetir la cruel historia en la ciudad de Nagasaki. Entre las dos ciudades se asesinan, de forma inmediata y con solo dos bombas, a más de 100.000 criaturas y se provocan graves heridas a otras tantas.

Al día siguiente el gobierno de Japón acepta la rendición, salvo en lo que respecta a la continuidad de la dinastía del emperador Hirohito. EEUU promete respetar la continuidad imperial.

Era el final de la Segunda Guerra Mundial y la felicidad por el termino de la larga contienda relega a un segundo plano lo ocurrido en aquellas dos ciudades niponas. -Imagino que también esto estaba fríamente calculado-.

A partir de entonces, en la historia de la humanidad, nada volvería a ser como antes.

Tenía curiosidad por saber que decía su letra. Quería saber por qué me siento tan triste cada vez que la oigo.
Quería encontrar, en mi pena, el vuelo del Enola Gay, el bombardero B-29 que albergó la primera bomba. Quería, con esta canción, creer que ese avión nunca existió, y si alguna vez fue algo, fue un avión sin alas, sin timón y sin bomba
.








¿ Y Por Qué?

Para justificar el enorme gasto. La fabricación de este nuevo tipo de armamento le costó a EEUU unos 2.000 millones de dólares.

Para probar los efectos reales de este armamento. Es extraño que estas ciudades, al contrario que otras de similares características, apenas sufrieran daños por las bombas convencionales. Se sospecha que fueron “reservadas”, para este macabro experimento.

Por venganza y odio. Por el desprecio a otra raza, los “amarillos”, como solían llamar despectivamente en EEUU a los japoneses.

Para demostrar a la URSS y al resto del mundo el poder militar de los Estados Unidos, pues aun siendo la rendición cuestión de días, arrojaron la primera bomba y poco después la segunda. Al parecer querían mostrar a las demas pontencias que eran capaces de fabricar estas bombas en serie.

A pesar de todo, solo 5 años después, la URSS también fue capaz de crear sus propias armas nucleares, dando lugar a la más peligrosa carrera armamentista de la historia de la humanidad y a un peligro latente que sigue cohabitando con los vivos de este planeta.

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4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

No sé si me ha gustado más la foto,el video traducido o tu reflexión. Gracias Aureliano.
Necesitamos pensar y aveces a personas como tú para poder hacerlo.

25 de octubre de 2008, 10:13  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Aureliano, nunca antes como hoy me has dejado tan"epaté". Ha sido realmente emocionante leer un texto, que no por sabido, ha sido menos intenso. Verdaderamente parece mentira que esos hechos sucedieran a mediados del siglo XX. ¿cuando pediran perdón, no solo por lo que hicieron si no por lo que siguen haciendo?

25 de octubre de 2008, 23:07  
Blogger LEONARDO ALANIS ha dicho...

Quiero regalarte una historia, recuerda que te la debo.

“Las mil grullas de papel”

El 6 de agosto de 1945, Sadako Sasaki era una niña de tan solo 2 años que vivía en Japón cuando fue lanzada la bomba a un par de kilómetros de la zona cero. En Noviembre del 54, cuando Sadako tenía once años, empezó a sufrir los efectos de lo que parecía una gripe, pero la cosa se complicó cuando empezaron a salirle puntos negros por el cuerpo. En el hospital le diagnosticaron leucemia y la ingresaron inmediatamente. Los médicos fueron claros, Sadako no iba a sobrevivir a esa enfermedad y apenas resistiría un año antes de morir. Sadako ingresó en el hospital. Pasaron los meses y Sadako no sabía cómo ocupar su tiempo en el hospital. Como la enfermedad le permitía hacer vida más o menos normal, se dedicaba a pasearse de un lado a otro y, un día de agosto, aburrida, cuando Sadako caminaba por el hospital, vió en la recepción un precioso regalo que le habían donado al hospital. Consistía en un ornamento formado por mil pajaritas de papel hechas con la técnica del Origami (papiroflexia). Sadako preguntó qué era aquello y le contaron que hay un dicho popular japonés que dice que si consigues hacer mil pajaritos de papel se te concede un deseo. Sadako quedó impresionada por la historia y decidió hacer con sus manos mil pajaritos de papel y pedir el deseo de no morir de leucemia.
Sadako se puso manos a la obra y durante días estuvo trabajando duro haciendo pajaritas. Trabajaba sin descanso y aunque el tesón no le faltaba, sí lo hacía otra cosa, el papel. Como era una barbaridad de pajaritas la que tenía que hacer, no había suficiente papel a su disposición y tuvo que ingeniárselas para encontrar otras fuentes de papel. De esa forma, utilizó todo lo que había a su alrededor en el hospital: cajitas de pastillas, etiquetas, recetas, envolturas de caramelos, sobres, etc...
A medida que pasaban los meses iba aumentando el número de pajaritas, pero el estado de Sadako iba empeorando: su piel empezó a amoratarse, perdió el apetito y físicamente se iba debilitando más y más. Era ya Octubre, ocho meses después de ser ingresada. La familia de Sadako venía asiduamente a ver a la niña y así lo hicieron el día 25 de ese mes. Para ese día, le prepararon arroz y té para comer, Sadako hizo un esfuerzo y probó el arroz, aunque su apetito había ido decayendo más y más conforme su enfermedad había ido tomando fuerza. Su madre le preguntó tras un par de tímidos bocados al arroz si estaba bueno y Sadako respondió: "está rico". Esas fueron las últimas palabras de Sadako. Poco después de que su familia dejase el hospital tras la visita, murió.
Sadako había conseguido hacer 644 pajaritas de papel.
Tras su muerte, sus amiguitos del colegio, impactados por la pérdida, hicieron pública la historia de Sadako para honrar su memoria y dejar constancia de su hazaña. La historia tuvo un impacto social muy fuerte: miles de niños de todo Japón sintieron la necesidad de completar la labor de Sadako y el día del entierro, la niña fue enterrada con sus 644 pajaritas de papel, pero más de diez mil pajaritas de colores de miles de niños adornaron su lápida.
Hoy, Sadako tiene una estatua en Hiroshima en la que se ve a la niña jugando con una pajarita de papel dorado y a los pies de la estatua puede leerse:

“This is our cry. This is our prayer. Peace in the World” ("Este es nuestro grito. Este es nuestro rezo. Paz en el Mundo").

Y todo, gracias a la locura americana, esa “…lluvia de ruina desde el cielo, de una clase nunca vista en la Tierra”

26 de octubre de 2008, 12:33  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Sí, el 6 de agosto de 1945, el Enola Gay llevaba en su panza el producto final de algunas de las mentes más brillantes del momento. Aquello que arrojó sobre la ciudad de Hiroshima, era un logro científico, un acontecimiento tecnológico y un ejemplo más de la capacidad del pensamiento. Hasta el momento del lanzamiento de la bomba probablemente habrían participado en la concepción de este hecho, cientos de personas, cerebros privilegiados, la crème de la crème, la flor y nata de nuestra sociedad. Algunos de ellos, personajes ilustres, sin duda, que pululan por nuestras enciclopedias y adornan nuestras estanterías. Y ninguno, me pregunto, ni uno solo de ellos llegó a pensar que un día, acabarían arrojando fuego sobre las amas de casa que en esa mañana del 6 de Agosto de 1945 preparaban el desayuno.

29 de octubre de 2008, 19:35  

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