miércoles, septiembre 16, 2009

Recordando mejores tiempos


Esta mañana lo hicieron frente al kiosco de los helados, y ahora escribo, mientras tomo un cortado, en una terraza playera. El camarero, un señor mayor de pelo canoso y sonrisa sincera, les ofrece una rosada loncha de mortadela.

En realidad yo no quería tener perro. Ha sido cosa de mi mujer que tenga dos. Como dice mi madre; “¡No quería coles, y el plato lleno!”

Será que pensaba me libraría, en la vida, de la monótona obligación de tener que sacar a pasear perros, que no reparé en mi craso error, pues no soy yo quien los saca de paseo, que son mis perros los que me sacan de paseo a mí. En vacaciones; quiera o no quiera, tres veces diarias, para que hable con otros humanos a los que también les sacan sus perros, aunque ellos piensen que es justo al revés.

Compruebo, en mis propias carnes, el asunto ese de la conversación breve perruna, del cruce de un par de frases sueltas. Eso ocurre siempre, mientras mis perros ponen su huevo. Dicho de otro modo menos fino; mientras cagan.

Que si mi hija se casó y no le cabía en el piso. Que si se ha comido un sofá entero y cargado la tapicería del coche. Que si es un joya que hace sus necesidades sobre una hoja de periódico. Lástima que quizás no sepa leer el chucho, disfrutaría tanto leyendo mientras aprieta o dejando un premio marrón y doble sobre la cara del presidente de algún sitio.

No puedo evitar que me asalte la duda; ¿qué sería mejor, que mis perros cagasen en casa o que lo hiciesen en plena calle? En mi casa, al menos, las recogidas de sus depósitos serían en privado. Para estos menesteres es del todo preferible, pienso yo, la intimidad, y no agacharse, bolsita en mano, junto a los pies y las miradas de decenas de personas en pleno paseo marítimo; ¡una persona civilizada como yo, el pudor desahuciado y la mano calentita!

Sirven también esta salidas para que con mis orejas, como un vuayer de los sonidos, grabe dialectos y jergas que la sociedad de hoy utiliza. Ayer, por ejemplo, me pasó al lado un caso de esas interesantes interacciones del lenguaje moderno; resulta que dos chicas de entre dieciséis y dieciocho años caminaban decididas delante mía y de mis perros hasta aproximarse a un grupo de chavales. Una de ellas llevaba un vestido ceñido de color negro, la otra no recuerdo muy bien como iba, pues casi no me dio tiempo de mirarla cuando ya había comenzado la conversación que contuvo toda mi atención:

-¿Tenéis papel?-. Dijo la chica del vestido oscuro.
El receptor de la pregunta era un chico bajito, muy joven, de pantalones cortos, zapatillas deportivas y una camisa amarilla abierta totalmente al frente; la moda actual será, además de enseñar los calzoncillos, no abrocharse ningún botón, digo yo.
El grupo, del que a todas luces era líder el de la camisa desabotonada, estaría compuesto por cuatro o cinco adolescentes que portaban bolsas de plástico con los aliños para la botellona; sobresalía de una de las bolsas una botella grande de Coca-cola y una ristra de vasos de plástico.

Así que, repito, la chica preguntó: -¿Tenéis papel?-. A lo que el chico respondió: -¿Pa qué, pa un porro?
Llegado a este punto mi sorpresa fue mayúscula, -y considerando yo que fumar un porrito de vez en cuando no nos hace ni peores ni mejores-, asombrado, no por el contenido de la frase sino porque la pregunta se formulaba a voz fuerte, clara, casi gritando, en pleno paseo marítimo, y claro no era el único que escuchaba atento el desenlace de la conversación.

En ese momento mis cavilaciones se concentraron, y por eso paro un segundo la historia, pues con un segundo la mente puede sobrarse. Mi interés era descubrir si las dos chicas eran, o no, amigas de los mancebos. Pues el colmo de mi escandalizada moral de tres al cuarto era pensar que, tanto las necesitadas de celulosa como los posibles suministradores, no se conocían absolutamente de nada, siendo aquella vez y con aquellas palabras la primera, en sus vidas, que se dirigían las unas a los otros.

Bueno, no me entretengo más y vuelvo al inicio de la conversación:
-¿Tenéis papel?
-¿Pa qué, pa un porro?
-No, pa limpiarme el culo, ¡no te jode!-. Espetó la chica.
El chaval, sin ruborizarse, la miró sonriendo mientras se sacaba del bolsillo una paquetito: -Toma, y a ver si nos invitáis a unas caladas-. Ellas ya no hablaron más, cogieron su papel, se dieron media vuelta y las perdí de vista.

Mejor nos vamos -les dije a mis perros-, por hoy ya está bien de poesía.


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7 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Lo que da de si el paeo maritimo de Chipiona¡¡¡¡ Me alegro de leer otro de tus articulos en los que nos haces pensar en cosas que pasamos por alto.
Sigue asi.

16 de septiembre de 2009, 8:15  
Blogger J.Joaquín Santos ha dicho...

Me he entretenido un ratito leyendo tu post, para acabar con una sonrisa de oreja a oreja y el comentario de mi madre al pasar: "Niño, estas tonto, ya te ries sólo"!!
Muy buen post Aureliano, eres como dicen los portugueses "un espectáculo"!!
Gracias por hacernos mover los músculos de la cara de vez en cuando, que por otro lado bien atrofiados nos los tiene este mundo en que vivimos.
Un saludo...

16 de septiembre de 2009, 12:19  
Blogger Belén ha dicho...

Que cosa da que te pidan esas cosas, verdad?

Yo es que ni gasto ni ganas

Besicos

16 de septiembre de 2009, 16:14  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Saludos amigos. Qué bueno que mi post haya despertado en vosotros las ganas de dejar vuestra huella.
Qué bueno que os guste, qué bueno hacer cosas por amor al arte.
Salud.

17 de septiembre de 2009, 23:24  
Blogger Jaht ha dicho...

Bien traídas esas historias mínimas, amigo Aureliano.
Yo no pierdo la esperanza en que algún día encontremos a los jóvenes del papelillo hablando de que conocen la historia del hombre que "muchos años después frente al pelotón de fusilamiento recordó el día en que su padre le llevó a conocer el hielo..."

Saludos desde Macondo, que está en el Norte de Extremadura.

18 de septiembre de 2009, 18:25  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Bienvenido Jaht.

Cuánta razón tienes... y cuanto de bueno, para el alma, soñar que alguna vez esos jóvenes serán libres.

Saludos amigo, desde un Macondo un poquito al norte de Sevilla.

20 de septiembre de 2009, 23:11  
Blogger Carina Felice, Photography ha dicho...

interesantes luces!
estuve husmenado tus fotos, y me he sentido a gusto...
felicitaciones por las imagenes y los textos que agregan mucho valor y contexto.
Un abrazo!

23 de octubre de 2009, 3:11  

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