martes, septiembre 02, 2008

Sencillamente muerta.


Tortuga varada. En la playa, tendida, arrojada por la espuma. Herida de podredumbre, las aletas carcomidas, como un trozo de muerte.

Tortuga varada. No olía mal, ni tan siquiera nos llegaba la peste del desastre. Estaba allí, batiendo sus colgajos al compás de una canción triste hecha de olas. Hace semanas navegaba libre, biológica nave, milagrosa forma natural de millones de años. Perfecta máquina de agua para el agua. Ahora con su concha en derribo y su dura piel tierna y hedionda.

Varada en la muerte, y parece que la mar, su madre, no la quiere, la devuelve. Desnaturalizada, sin mirada que nos mire, sin boca, sin lengua, sin color, siendo en sí misma un reproche. La mar te saca para que seas vista, como la madre que empuja a su hijo muerto al hocico del verdugo, eso hace, te muestra, te expone como herida al viento. Para dolerse en su orilla.

Tortuga varada. Dulce balsa conocedora de viejos rumbos hoy olvidados, de antiguas corrientes, de vientos, brisas y huracanes. Fuerte en las tempestades, los temporales, los mares bravos. Pero frágil tus interiores, dolorosa carne para el anzuelo, para la abandonada red a la deriva, para la golosa y asesina bolsa de plástico y de muerte.

Tortuga varada. Echo de menos sus ojos y la miro sin saber a dónde. Cúal ha sido su culpa, maldita la hora. Qué razón de humanos da razón al desatino. Roto objeto de consumo, despojo aliento de basura.
Ya tu sangre se disuelve entre mares de bolsas, bolsas pacientes, insufribles a la espera de más bocas. Amargo petróleo de la codicia. Oro venenoso que todo lo mancha, que da la muerte, alimento doloroso.

Tortuga marina. Estaba sencillamente muerta, también por mi culpa.

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1 comentarios:

Blogger Pelayo ha dicho...

"Sencillamente perfecto".Muy bien amigo, muy bien.

2 de septiembre de 2008, 17:44  

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