sábado, septiembre 13, 2008

Sin velos de pintura.


He llegado a los Pelotones y no veo a nadie.
El cerro es amarillo de pasto seco, a excepción de numerosas moles de granito grisáceas que parecen emergen de la tierra a un paso lento, imperceptible a la vista.
El bochorno de septiembre es pegajoso y hace calor, aunque ya parece que afloja.

-¿Dónde estará esta gente?- Me pregunto.
Se me ocurre ponerme a silbar. Si están por aquí, seguro me oyen. Silbo con tanta fuerza que incluso me mareo un poco. A la tercera, tengo suerte, he oído un silbido lejano de respuesta. Deben estar más arriba, en la Azoteilla. Entonces Rafael, desde lo alto, se asoma para hacerme señas y con la mano me dice que suba.

Todo el camino es de hierba seca, peñascos y trocitos de cristales de colores desperdigados por el suelo. Por fin arriba los veo. Allí está toda mi banda, los cinco de siempre, de varias edades y todos los pelos. Están sentados, frente a la puerta del campo del Palacio, en una gran piedra que hace las veces de banco. Miran nerviosos algo con los ojos como platos.

-¿Qué hacéis?, ¿Qué tenéis ahí?.- Pregunto mientras me voy acercando. -¡Coño, una revista de tías en cueros!.- Es la expresión que se me escapa.
Alfonso, el mayor de todos, la ojea entre las manos y pasa las páginas mientras los demás protestan por la rapidez. Veo una tía sentada en un retrete, otra está en bolas sobre una campo de margaritas y una rubia imponente con un collar de perlas, larguísimo, se lo pasa por el triángulo de las Bermudas.

-¡Cómo están de “guenas” las “bujarronas”!- Dice Rafael, que es más bruto que un “arao.”

Mientras, el Sol se marcha por Mirandilla, y la marea, ese viento generoso de poniente, sube fresco cerro arriba. El brillo abandona los pastos que se balancean, como si fueran las olas de una marejada de paja. Nosotros, entre gritos y empujones, nos vamos turnamos para vigilar, por si viniera alguien.

Entonces yo, el sabiondo del grupo, una vez comprobadas cada una de las páginas del Lib, digo despectivamente:
-Esta revista es una mierda.
¿No lo veis?. ¡Todas las tías tienen el coño pintado para que no podamos verlo!.

Mis amigos no entienden el problema. Están desnudas, pero tienen sus intimidades pintadas, una de moreno, otra de castaño, las menos de amarillo.
–Está claro, el chocho sólo se lo puede ver uno a su mujer. En las revistas no los sacan tal como son. Se los pintan y tiznan. Por eso no podemos ver la raja.
La pandilla sigue dudando.
-¿Cómo que no?, ¿A ver si alguien ve una sola raja?.

Pasan unos largos segundos y nos miramos todos pensando: No hemos visto ni un solo coño, hemos visto pintura.

Consumado el desengaño, escondemos las tiznadas señoritas en una grieta secreta, y prometemos que sólo las volveremos a sacar si venimos todos juntos. Alfonso recalca con toda la autoridad que puede: -Y cuidadito con irse de la lengua.

Y bajamos la pendiente de los pelotones mitad alegres, mitad frustrados, pensando en el lejano día que pudiéramos ver un coño al completo, tal cual es al desnudo y sin velos de pintura.

Nota: Entrada dedicada a Pelayo, el del Blog de los Mirlos.

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6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Que tiempos aquellos, sera por lo cerca que hemos vivido uno del otro que parece que contaras parte de mi vida cuando era un crio.
Esos pelotones, cuantas veces me he tirao por la resbalaera chica y despues por la grande y a periquillo no lo he buscado veces, y las pedrás que nos hemos dado uno al otro.
me encanta
eres un crack

15 de septiembre de 2008, 14:52  
Blogger RáFaGa ha dicho...

viendo que eres de los barrios altos o hondillo de este pueblo te invito a que reflexiones sobre una cuestión que me tiene intrigado a la vez que mosqueado.

Desde hace tiempo ya, me he fijado que viniendo desde Sevilla, por la única carretera por la que se puede venir ahora, hay una preciosa vista de nuestro pueblo. Con su monte conquistado por la Iglesia y el Palacio, sus pelotones de piedra con la cueva de Periquillo, sus blanquitas casas de estilo tradicional ya más abajo y entre todo estos asentamientos también se puede divisar el Ayuntamiento encondido entre tanto banco. Este bello paisaje de pueblo blanco andaluz nos da la bienvenida a Gerena que tras esta fachada va perdiendo parte de su identidad - si no me crees, entra por la carretera de aznalcollar, a ver que vés -.

De nuevo, imagina que entras por la misma carretera. Eso sí, esta vez de noche. ¿Qué se ve ahora? Yo veo casitas con sus luces anaranjadas (vale, ahorran luz), veo el Ayundamiento bien iluminado (de acuerdo, es patrimonio de este pueblo), y veo....., busco.... y no encuentro la Iglesia y el Palacio. Miro pa esa zona, la de los pelotones conquistados por nuestros abuelos y no veo dos de los mayores patrimonios de nuestro pueblo. ¿Por qué? ¿Qué ocurre con la iluminación de nuestra Iglesia? ¿De noche nadie nos visita? Que yo sepa, en la mayoría de los pueblos de Andalucía, España y parte del extrangero, el patrimonio y un gran paisaje nocturno. Pueblos vecinos nuestro lo demuestrán también. Mira Olivares, mira Salteras que viniendo desde ésta carretera citada podemos ver su Iglesia. ¿que ocurre? ¿tenemos que ahorrar tanta energía? ¿no le podemos quitar unos foquitos al ayuntamiento y ponerlo en la iglesia?

Reflexiona
Piesa
A ver si puedes escribir algo al respecto, a mi, bien no se me da!

16 de septiembre de 2008, 11:32  
Blogger Pelayo ha dicho...

Todos hemos vivido esos momentos en los que la curiosidad de ver un coño nos hacía mordernos las uñas. Algunos, es cierto, solo les interesaban ver "la raja",jeje. Yo me conformaba con ver un triangulo negro para que mi cuerpo se pusiese a 100. Gracias por la dedicatoria amigo.Me ha encantado.

16 de septiembre de 2008, 15:51  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Amigo Juanjo, seguro que en alguna dimensión por descubrir, en esa de los viejos recuerdos, esos que desgranan la vida por dentro, ahí estamos los dos aun, todavía y para siempre. Tu eres de la banda de la Brujera, yo de la de la Lonja, o de la del Barrihondillo.

Y por el viento viaja una trozo de teja con mala leche. Y va y me pega un bocado, un beso mordido en la frente, y de golpe termina la guerra cuando mi madre llora por mi culpa y por tu buena puntería. Por la culpa de tantos canallas que se han quedado prisioneros en esa dulce dimensión del tiempo, entre adoquines, pelotones y resbalderas de piedra.

16 de septiembre de 2008, 23:18  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Amigo Ráfaga:

Bien me gustaría hacer esa foto que imaginas. De noche, mi pueblo entre luces, y el Palacio vigilante arriba con la Iglesia como señora.

Ahora, eso de gastar energía en nuestros pequeños orgasmos emocionales a costa de contaminar quemando carbón, o encerrando uranio en tanatorios subterráneo no va conmigo.

Amigo Ráfaga; luz nocturna SI, pero sólo si es limpia.
Y si al final se consiguiera luz limpia, solo la encendería un par de días a la semana, para dejar paso, muchas noches, al mayor número de estrellas, millones, trillones, mientras más mejor, para que nadie se sintiera ni solo ni contaminado.

Un saludo.

16 de septiembre de 2008, 23:30  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Amigo Pelayo.

Cuando tuve en mis manos aquellas mujeres desnudas, las primeras con las que me topaba en mi vida, o al menos que yo recordara, y cuando vi que lo único visible era un triángulo oscuro, me dije: - Esto no puede ser lo que tanto deseba ver, seguro que lo pintan para así tapar la grieta, sus adentros y sus misterios.

Uno que siempre fue un pardillo. Algún día te contaré aquella historia en que creía que en el Ayuntamiento vivía un triste hombre, que tocaba las campanas cada hora y cada media. Pero esa es otra historia.

Nota: Pelayo bebo, le doy a todos los palos, y no soy alérgico a nada excepto a los que se creen mejores que los demás. Tu pon el whisky que yo pondré los tomates.

16 de septiembre de 2008, 23:44  

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