jueves, octubre 16, 2008

Sobre gustos y la parte trasera de los árboles.


No me gustan las cosas ruidosas, excepto lo viejos trenes a vapor y las sirenas de los grandes barcos mercantes. Añadamos a estas excepciones el cantar de las chicharras, el trino de los grillos, los vencejos y muchas otros sonidos que por su gran variedad no enumero.

Me gusta trabajar, sobre todo en esos trabajos en los que no me pagan. Exclúyanse, por favor, echar hormigón en la obra de un “cuñao” o parecidos.

Me gusta la tierra, tocar la tierra, pisar la tierra, sembrarla, regarla, olerla, mearla, entre otras cosas.

Me gusta dar de cuerpo –dígase cagar- en el campo. Siempre que tenga papel, o algo que se le parezca, a mano. Notar el aire acariciándome los bajos. Sentirme libre de mis propias podredumbres y de las cisternas del mundo.

No me gusta, cuando terminas, que las moscas impacientes se posen en tu obra. Porque interrumpen la más estrecha intimidad, que el retrete no da, entre la persona y su mierda. Ese momento en que la tienes cara a cara es único; Tú y tu mojón, nadie es perfecto.

Me gustan todos los árboles, sobre todo los que nacen donde les da la gana.
Por cierto, los árboles tienen una parte delantera y trasera. Como las sillas, las casas, o las personas. Si quiere saber cual es la parte trasera de un árbol, busque la mierda, pues siempre se planta la majá detrás. A nadie se le ocurre pensar: - Voy a cagar delante de ese árbol-. Todos preferimos hacerlo detrás. Por eso la caca marca la parte trasera de los árboles. Como una brújula el norte.

Bueno, dejemos ya el tema.

Me hubiera gustado haber conocido a Platero, y atravesar sobre su lomo un campo de trigos y amapolas. Pero hoy no hablaré de los hubieras. Quizás otro día.

Me gustan los toros que no sienten dolor. Y las vacas y las cabras. Las perras y las cerdas cuando acaban de parir. Me gusta todo aquello que tiene tetas. Sin silicona mejor, pero tampoco hay que ser puritanos en este tema, creo yo.

Me gusta Gerena y tengo miedo que un día ya no sea como siempre ha sido. Y llegue por esa Cruz del Soldado y me sienta extraño. Necesito tener raíces, sin raíces no soy. Y esas raíces están en este pueblo, porque aquí nací, aquí aprendí el nombre de las cosas, aquí fui niño y aquí pisaron y se dolieron aquellos que me enseñaron a amar.

Me gusta ir andando a la Bomba, si voy en coche la cerveza no me sabe igual. Encontrarme con gente que conozco y con gente nueva, reconocer el ambiente y saber que siempre habrá alguien del que aprender y una conversación por disfrutar.

Cualquier día termino este artículo, pues nombré pocos gustos, pero está la noche tan madura que mejor me meto en la cama.


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6 comentarios:

Blogger José Manuel Martínez Limia ha dicho...

Pues a mí me gustas tú. Y la gente que le llama cagar a dar de cuerpo (aunque sin gritar), y la bomba. Y Gerena uhmmm ...

17 de octubre de 2008, 9:07  
Blogger Pelayo ha dicho...

Me gusta lo que a ti te gusta. Sobre todo cagar en el campo. Es cierto, esa es una de las cosas más agradables que existe. Cagar en medio de la naturaleza, como un ser vivo más perteneciente a ese ecosistema cerrado.Si lo hago en mi water, tiene que ser con crucigrama, sino no hay forma. Pero no voy a contarte ahora como cago, faltaria más, solo quería decirte que me gusta leerte y que a veces la inspiración para escribir algo,a mi me llega cagando.En el water o en el campo.Supongo que en el fondo tanto escribir como cagar, es expulsar algo que llevamos dentro.

Un saludo amigo

17 de octubre de 2008, 14:05  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Lo de la Bomba parece unánime, o casi. lastima que me pille a trasmano. A estas mismas horas que estoy escribiendo esto, aunque lo leas más tarde, me consta que estan ahi personas que nos son muy afines y que se han acordado de nosotros (de mi y mi pareja) y yo con estos pelos.

17 de octubre de 2008, 22:55  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

No creo que por llamaros pájaros os sentáis ofendidos, porque eso he pensado cuando he recibido el último comentario de "A Galopar".

Me he dicho; -Vaya los tres pájaros que me dejaron aquí sus palabras, tendidas y secándose al sol.

Joder! Imaginemos que pedimos unas cervezas en la Bomba y comenzamos una conversación sobre los límites del universo... Por empezar por algo.

Que sepáis que os la debo.

17 de octubre de 2008, 23:37  
Blogger tartésico ha dicho...

La bomba es el único lugar del mundo donde me encuentro como en casa.

20 de octubre de 2008, 17:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Ya que estamos, te mando unos versos.

De todos los objetos los que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladuras y los bordes aplastados.
Los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos. Estas son las formas
que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba, me parecen
objetos felices.

Impregnados del uso de muchos,
a menudo transformados, han ido perfeccionando
sus formas y se han hecho preciosos
porque han sido apreciados muchas veces.
Me gustan incluso los fragmentos de esculturas
con los brazos cortados. Vivieron
también para mí. Cayeron porque fueron trasladadas
si las derribaron, fue porque no estaban muy altas.
Las construcciones casi en ruinas
parecen todavía proyectos sin acabar,
grandiosos; sus bellas medidas
pueden ya imaginarse, pero aun necesitan
de nuestra comprensión. Y, además
ya sirvieron, ya fueron superadas incluso. Todas estas cosas
me hacen feliz.

Bertolt Brecht
Poemas y canciones
Alianza editorial
Trad. Jesús López Pacheco y Vicente Romano
México D.F/Madrid, 1984

11 de noviembre de 2008, 19:29  

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