domingo, julio 13, 2008

El último.

El pueblo se hace cada vez más pequeño, las casas, las calles, la ropa tendida en los cordeles me dicen adiós con su progresiva disminución, cada vez más lejos, cada vez más solos.

Arriba el aire es seco, abajo el calor del sur se pega a los que viven, donde los solitarios perros buscan las sombras de los zócalos, y cambian en cada esquina de acera, siempre fieles a la rica oscuridad protectora. Allí donde los seres danzan sobre las brasas de las calles calcinadas.

Lejos las sensaciones; el viento, la sed, el miedo, esa postilla que una y otra vez se rompe, tras el porrazo, en la carrera por "la vuelta la manzana". El bajar a la plaza a charlar con los amigos. Tampoco compartiré más tiempo con mi querida compañera. Ni besaré a mis hijos. Ni abrazaré a mis nietos.

En la distancia los largos paseos al tibio Sol del mes de marzo, y las peleas incruentas en los domingos al dominó. Y las porfías, con medio litro sobre la mesa, de quién era el número uno llenando macacos.

Ya la gente sale, aun puedo distinguir, muy pequeño, al cura con su calva brillante y el par de monaguillos blancos. La comitiva de hormigas oscuras avanza abrasada sobre el camino de adoquines dorados de tanto Sol.

Los tejados, las plazas, son un pequeño pañuelo, una mancha entre tierras ásperas, una hoja seca sobre campos amarillos y marrones.

Y es el último entierro, de eso no tengo dudas.

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4 comentarios:

Blogger José Manuel Martínez Limia ha dicho...

Y ¿por qué supones tú que irás para arriba?

15 de julio de 2008, 15:42  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Pongamos que este escrito es una pesadilla de esas que te desbordan en la fase más profunda del sueño.

Está claro que en el relato lo que más me ha interesado es olvidarme de la muerte y pensar en las otras cosas. Pues desafortunadamente no creo en Dios.

Ya lo expliqué en una de mis primeras entradas. Somos un magnífico puzzle de elementos, y tras la muerte lo que viene es el desorden, o si no, nuevos ordenes con las mismas piezas.

Además. ¿Y si nos vendieron la película cambiada, y abajo está la juerga, el descontrol y el desenfreno?. ¿Qué será mejor tirar para arriba o para abajo?. No me fío nada de los comerciantes de la fe, lo mismo nos engañaron y en el infierno se lo pasa uno que “pa morirse”.

Saludos Limia.

15 de julio de 2008, 23:53  
Blogger José Manuel Martínez Limia ha dicho...

No crees en Dios, pero te mueres y vas hacia el cielo (creo que no se puede entender como una pesadilla porque no me cuadra entonces la última frase, a menos que quieras confundir al lector). La fuerza de siglos de adoctrinamiento. Los griegos, por ejemplo, siempre iban hacia abajo.

Pero estoy de acuerdo contigo. No sé si los "comerciantes" tuvieron tan mala leche como para engañarnos o, simplemente, se equivocaron. El único problema es que en esta historia, según ellos, no somos nosotros lo que decidimos. Y si es así, algún cabrón (porque no creo que Dios, si existiera, estuviese pendiente de eso) decidirá por ti si te manda a la juerga o la magnífica eterna contemplación (valiente putada).

16 de julio de 2008, 9:02  
Blogger Mónica ha dicho...

Estoy de nuevo impresionada, no sabía que existia tanto don en mi pueblo, lo que he leido me ha parecido sensillamente maravilloso, esa descripcion,me a parecido paladear el cielo.

Un saludo

16 de julio de 2008, 19:15  

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