martes, marzo 25, 2008

Las canciones de los cerrojitos


Las aguas bajan relajadas. De vez en cuando un insecto, una rana o un mirlo, alteran el normal transcurso de su camino, pero luego, vuelven a discurrir aun más tranquilas.

La vida lo rodea todo y le importa un carajo, quien eres, a donde vas o de donde vienes, solo quiere que no dejes huellas.

Entre los troncos, entre las ramas de los lentiscos, de las adelfas, se respira naturaleza. Todo es verde, todo es agua. Las gotas me mojan la piel al mover las hojas que cierran mi paso y siento su frescor, que se huele, que te cala el pellejo.

El musgo sombrío parece encerrar micromundos desconocidos lejanos a la percepción de tus ojos.

El oxígeno se podría envasar por espuertas y exportar a las metrópolis del estrés.
La luz se olvida del Sol y de la tierra, se queda dormida por el camino.

Y en el último rincón de aquel monte, perdido en los recodos del arroyo de Las Torres, las canciones de los cerrojitos me hacen pequeño, ínfimo, insignificante testigo del universal mensaje. Dónde las horas son meras fracciones de tiempo.

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3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Momento sublime el que has vivido paisano. Yo te invito a que experimentes en estos parajes la exquisita sensación de hacer una limpieza de oídos. Me explico.

En ese recodo del arroyo petrifícate y durante 2 minutos deja que el silencio sea tu continente. Presta atención a todos los sonidos que escuches y luego anótalos en un papel. Cada vez que leas lo que has anotado, estés donde estés, escucharás a los cerrojitos. Tus oídos agradecerán dicho ejercicio...la naturaleza no ataca a nuestro indefenso oído con grandes decibelios sino con caricias y color.

Va a ser que Macondo no cae tan lejos ¿verdad?

Un abrazo maestro.

27 de marzo de 2008, 0:59  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Hola Prometeo.

Un día quedaremos en Macondo, ahora que la compahía bananera se fue con sus mulas, entonces lo mismo encontramos la vieja casa de los pececitos de plata. O el viejo árbol donde el abuelo paso tantos años atado.

Ese día tu me hablarás de música, yo te contaré mis sueños.
No te preocupes invitaremos también a los amigos, estos no pueden faltar, tienen también mucho que contarnos.

Mientras que ponemos fecha al viaje, me iré consolando con la Bomba, ese pequeño rincón me recuerda a Macondo.
Saludos.

28 de marzo de 2008, 0:53  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Acepto la invitación para hablar de lo que desees, no necesariamente de música.

Siempre será un placer encontrar la vieja casa de los Buendía, y si no pudiera ser la Bomba es un buen lugar.

Saludos.

28 de marzo de 2008, 10:47  

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