domingo, febrero 22, 2009

Me enseñara, sin quererlo.

¿Ves estas hojas llenas de torpe caligrafía?

Son de mi niñez; apenas había empezado a escribir unas cuantas letras. Amarillean, el papel va madurando, se consume a sí mismo con infinita paciencia y desprende el mismo olor, a tiempo quieto, que exhalan los grandes libros.

La tina se desdibuja; algunas frases son como las finas nubes que dejan los aviones al cruzar el cielo; esas, que rezagadas, acaban desordenándose.

Esta cuartilla tiene una pequeña mancha imperceptible marrón en la esquina de abajo, ¿La ves? Me pillaría escribiendo con la zurda. Esta otra no tiene nada, es amarilla por completo, sin lunares, sin marrones, no tiene rastros de sangre.

¿Sabes que puedo escribir bien con las dos manos? Pues no nací con esa habilidad. Al principio, muy de niño, sólo lo hacía con la izquierda, pero si él me pillaba escribiendo con la mano zurda me retorcía la oreja con saña.

Y al final, de qué le valió, por muchas vueltas que le dio a mi oreja nunca dejé de escribir con la mano izquierda. Tal vez me enseñara, sin quererlo, a escribir con las dos.

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1 comentarios:

Blogger J.Joaquín Santos ha dicho...

A veces se cruzan personas en nuestras vidas que son capaces de una forma u otra de sacar lo mejor de nosotros mismos. Puede que a veces para nosotros sean un incordio, pero con los años nos damos cuenta de que algo aprendimos y que para algo nos sirvieron sus incordios...!!
Un saludo Aureliano...

24 de febrero de 2009, 23:37  

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