martes, mayo 04, 2010

Muy malito


La fiebre llega de golpe; ahora tan bien jugando, ahora sin ganas de nada en la cama y con treinta y nueve.

La madre toca con los labios la frente y rápidamente lo sabe: Fiebre.
La pequeña boca se ha tornado caldera y el cuerpo pide cama, almohada, el recogimiento del cuarto. ¿Cuándo se ha visto ese bichito acostado a pleno día?

La enfermedad no es para niños. No es justa. La enfermedad es lo contrario a la justicia; nadie se la merece, pero menos aún los pequeños. La fiebre se recrea en los niños. Parece como si los humanos viniéramos al mundo acusando una debilidad que luego se nos olvida; no podemos andar, no podemos comer sólido, no podemos vivir sin continuos cuidados durante muchos años y, además, solemos enfermar cada dos por tres.

El día se alarga desde el cuarto. Las luces van pasando por las cortinas dejando siluetas en las paredes; esta parece una flor, aquella un señor a caballo. Primero la luz clara de la mañana, luego amarilla y, al caer la tarde, anaranjada, suave y quejumbrosa. Por la noche el fiebrón, la fatiga, el baño templado, el punzante supositorio. No debería ser la fiebre asunto de niños.

Desde la cama, mientras las horas impasibles se olvidan del niño, los sonidos le arrastran por el eco de lo cotidiano. La música de la vida entra por todas partes y desde su fiebre puede, por los sonidos, saber del pulso de los sanos. Por la mañana; el panadero, el frutero, las mujeres barriendo las puertas, las vecinas charlando sobre las cosas de la compra y una radio a lo lejos... tu madre hablando con tu tía, el “chup – chup” de la olla exprés...

-¿Quieres algo? ¿Qué te apetece? ¿Quieres un zumo?

Bendita madre que ese día te trae jamón, ese día te trae pasteles, zumo, melocotones en almíbar. Bendita madre que te compra los manjares cuando menos te apetecen. Bueno, tampoco será sano comer jamón todos los días.

Luego tu padre llega, te da un beso y te toca la frente.
-¿Pero el niño está malo? ¡Eso va a ser otro estirón!

El niño quiere crecer pero le da rabia que tenga que ser a fuerzas de calamidades. Se mete en la cama resignado y oye el parte desde su exilio de sábanas. Escucha el hombre del tiempo, se entera que mañana hará sol -qué contrasentido-. Mañana la primavera rebosará por todas partes; será un día perfecto para estar al aire libre, ninguna nube podrá mañana arruinar los planes de nadie. El niño cree que el hombre del tiempo habla así porque no sabe que él está muy malito.

La tarde sigue y los demás niños, sanos y ruidosos, juegan en la calle; dan carreras, zapatazos por los adoquines. Algunas niñas cantan canciones al elástico; que si la fiesta de Blas, que si han puesto una mercería, que si en la calle ciento cuatro una vieja mató un gato con la punta de un zapato... Todos se olvidaron del niño enfermo. Pero no los sonidos que le llevan las imágenes de lo de fuera. Él no tiene ganas da nada; la fiebre viene subiendo, las manos y los pies se vuelven hielo, y empieza a dormir pesadillas enfermas, sueños que se pudren de tanta temperatura; luces negras, bolas grandes que suben y bajan, que lo aplastan todo. Una planta pequeña sin color, ¡qué puede morir! Todo son esferas de luces oscuras, todo hace daño. El niño cree que está viendo el fin total, un final que no le deja lugar a dudas. Es una pesadilla febril que mucho tiempo después, cuando el niño tenga barba y escriba por las noches en un blog, recordará.

Y por fin despierta desosegado pero aliviado por encontrarse con la realidad de su cama. Empapado en sudor, las sábanas hechas ciénagas; manglares del niño lastimero.

Es de noche, la calle está vacía y desde el televisor, entre cucharas tintineantes, llega la sintonía pegadiza de un concurso.

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8 comentarios:

Blogger Kashtanka ha dicho...

Qué tierno! Con el texto a mì me has devuelto a algùn momento de mi infancia. La foto del nene me encanta, Un saludo desde Montréal.

5 de mayo de 2010, 0:43  
Blogger Unknown ha dicho...

muy bonito,felicidades

5 de mayo de 2010, 1:26  
Blogger J.Joaquín Santos ha dicho...

Magnífico relato que de nuevo pone de manifiesto la añoranza que muchos sentimos de una niñez pueblerina que ya no volverá...

Me ha encantado...

Un saludo...

5 de mayo de 2010, 12:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Nos compraban jamon cuando no nos apetecia. De ahí viene el refran; "Cuando el pobre come jamon, uno de los dos está malo". Un abrazo y sigue asi.

5 de mayo de 2010, 15:18  
Blogger DANI ha dicho...

Tus relatos son preciosos, amigo. Reales pero a la vez sensibles.

Cuando mi hija tiene fiebre, yo también siento que me pongo enfermo. Será cosas de padres ;)

Un abrazo

5 de mayo de 2010, 22:10  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Me ha encantado su relata, es maravilloso leerle.
Sólo un comentario a unos de sus seguidores,
Los niños no se ponen enfermos igual en la ciudad que en los pueblos ?????
Las madres en la ciudad no le dan a sus hijos enfermos lo mejor que se les pueda ofrecer????
O es que un niño enfermo en la ciudad no escucha a sus vecinos jugar, reirse, llorar????
Saludos

5 de mayo de 2010, 22:46  
Blogger La sonrisa de Hiperion ha dicho...

Si que es verdad qe tiene cara de malo jajaja


que chula al foto


saludos y un abrazo enorme.

8 de mayo de 2010, 18:48  
Blogger Gracicienta ha dicho...

Tus palabras tan tiernas como un yogurt. Un beso grande.

24 de mayo de 2010, 16:16  

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