jueves, agosto 04, 2011

Al paso del lobo


Fue casualidad que la mañana del martes lloviera. Las nubes iban dejando gotas sueltas; por aquí, por allá; casi sin querer hacerlo y, de vez en cuando, todas caían de golpe, como si se pelearan unas con otras por ser las primeras. “Así de azarosa es la vida” pensaba yo aquel día. A la hora de salir por la puerta hizo una clara. Pensé en coger el coche, pero no llevaba en el bolsillo las llaves, que normalmente siempre están ahí, en el fondo, aunque esta vez, con la falta que me hacían y como suele pasar siempre, no estaban.
-¡Vamos, vamos hijo, que ya no llueve! Verás como llegamos al colegio en un santiamén.
Mi hijo me dio la mano y comenzó a andar sin muchas ganas.
-¿Por qué no coges el coche papá? Mira que como me moje, y se entere mamá, te va a caer una buena, que yo te aviso.
Es de agradecer que tu hijo entienda, a tan corta edad y con tanta claridad, las verdaderas preocupaciones de sus padres; de su madre que se pueda resfriar, y de su padre que se pueda enterar su madre.

Miré al cielo y vi varios nubarrones oscuros -“como panzas de burros”, pensaba-, pero la clara aguantaba. Entonces recordé aquel día, que con mi padre cogiendo espárragos, una oscura tarde de invierno, nos sorprendió una masa espesa y negra de nubes siguiéndonos los pasos.
-Hijo, ¿sabes cuál es el paso del lobo?
Me preguntó mi padre. Yo me quedé mirándolo, sin responder, mientras él seguía cogiendo espárragos... estuvimos unos segundos en silencio.
-El paso del lobo- continuó hablando- es ese que llevan las manadas de los lobos cuando van de caza, o cuando hay algún peligro. Tú, mírame y sígueme.
Entonces mi padre dejó de pisar las esparragueras y se puso a dar grandes zancazos, a una velocidad, para mí, inimaginable. Yo no podía ir al paso del lobo, con mis cortas piernas, lo mío era, más bien, la carrera del perrito. Miraba de vez en cuando atrás y veía como las nubes nos perseguían. A pocos kilómetros ya se apreciaba una manta de agua oscura cubriendo el horizonte, hasta convertirlo todo en una cortina de ceniza húmeda que se acercaba con mucha rapidez.
-Venga hijo, el paso del lobo, que nos coge el agua.
Mi padre andaba, campo a través, con una facilidad asombrosa. En su mano, su buena manada de espárragos, y yo, en la mía, mi mini mandada. En eso que vimos un chozo; pequeño, cochambroso, con su entrada oscura. Y mi padre enfiló sus pasos hacía allí en busca del necesitado refugio para guarecernos de una buena sopa. A escasos metros de la providencial choza me pilló a mí el ruidoso aguacero, que comenzó a mojarme sin miramientos ni contemplaciones, y que de no ser porque gané la entrada pronto, bien me habría calado hasta los huesos. Un vez dentro de aquel pequeño refugio miré hacia el suelo, las paredes, el techo... y la verdad, el ambiente que se me brindó no era nada alentador; la tierra del piso era negruzca, mezclada con restos de paja, las paredes de troncos medios podridos, cañas y trozos de frigoríficos descuartizados, y el techo de latones finos con decenas de agujeros. Ya me podía imaginar que entre tantas y tantas inmundas piezas se escondían toda clase de bichos: arañas, ratas, salamanquesas... e incluso alguna que otra culebra. “Pero bueno, mejor- me dije- será mirar como llueve, aquí, en el mismo filo de la entrada”.

-El paso del lobo, hijo, el paso del lobo...
Le decía yo, aquella mañana incierta, a mi hijo camino del colegio, y nada menos que unos treinta años después; a las nueve de la mañana de un día gris, entre semáforos, coches y charcos. Lo cierto es que el camino se nos hizo a los dos corto, muy corto; yo contándole la historia de la primera vez que mi padre me enseñó aquello del paso del lobo, y mi hijo escuchando e imaginando el aspecto de aquella choza, medio perdida, en lo profundo del solitario bosque. Y mientras, fuera llovía.



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3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Si senor: el paso del lobo o el trote cochinero. También he escuchado referirse a alguien que camina rápido como que lleva un buen "cancaneo", y puede deberse lo de can... Al paso de un perro o al lobo.... Al final lo importante es lo que te enseño tu padre y tu le transmitiste a tu hijo. Un abrazo y sigue así. Me alegra que ni en vacaciones pare tu cabeza.

4 de agosto de 2011, 8:33  
Blogger Ars Natura ha dicho...

A trote lobero. Comodecimos en Castilla.

Y no hay que olvidarse de cómo peonan las perdices que también avanzan lo suyo...

4 de agosto de 2011, 11:21  
Blogger J.Joaquín Santos ha dicho...

El trote lobero es como siempre lo he escuchado.

Un saludo...

4 de agosto de 2011, 16:53  

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