domingo, noviembre 27, 2011

Cosas de perros



¿Por qué me hacéis esto a mí? Ahí a mi lado, mientras escribo, mirando. ¿Por qué allá donde voy siempre os tengo pegados?

Os reniego continuamente, os odio cada día y cada noche; cada vez que os saco a la calle de vuestra correa os blasfemo, nombro a vuestras santas madres, perras pero santas. Pienso que no hay derecho, sois un castigo. Que yo no quería perro, y os tengo a vosotros dos: uno el padre, el otro el hijo; como diría aquel: ¡ya sólo me faltaría que tuviera que sacar a mear también al Espíritu Santo!

Os saco, sí, dos veces al día los días que laboro, y tres veces aquellos que descanso. Reniego de vosotros dos, peludos hijos de perra, no os quiero ver ni en pintura. Digo cosas que no debería ni siquiera desear para el ser más malvado del mundo. Quizás yo no sea la buena persona que a veces aparento, pero pienso que esto me pasa por que sois perros impuestos; ahí está el fallo. No se pude tener perros impuestos, como no se puede tener hijos, amigos, amores, queridas impuestas. Tener la marca del “no deseo” es una pesada carga. Mejor quizás no nacer, a vivir donde no te quieren. Y con vosotros me pasa eso. Me digo que no os quiero, que me gustaría perderos de vista; todo eso me digo, y sin saber si es verdad lo que os digo.

Sois, padre e hijo, dos perros impuestos. Tres personas de mi casa querían perro y una no, y esa una es la que os saca siempre a la calle, haga calor o frío, llueva o ventee, todos los días. Y que conste que no veo mal, al final de la jornada, darme un paseo por la calle; que mira que relaja, que no es tan duro; incluso a veces me entretengo leyendo en el móvil las cosas que pasan en los blogs que frecuento. Pero eso no os quita vuestro estigma de perros impuestos. Y más ahora que los autores de los blogs flaquean –o flaqueamos-. Pero una cosa no quita la otra; si salgo a la calle por obligación no es lo mismo que salir por devoción. Y encima ya sabemos cual es vuestra actividad principal cuando salimos a la calle: mear, cagar y ladrar. Que además parece que tenéis dentro un grifo. Y no sólo eso porque si os vaciarais de golpe, pues mira, tendría una pase, pero no, queréis señalar hasta el último naranjito del barrio, hasta la última bolsita de la acera. Que ya a última hora lo que sale de ahí es una gotita escasa, si sale, cada vez que levantáis la puñetera pata.

Y luego lo otro; la siembra de alfajores, que tengo luego yo, como buen ciudadano, que recogerlos, porque eso otra; mejor no hacemos cuentas, porque dos alfajores diarios por 365 días y por los dos años y pico que hace que os tengo hacen un total de:

Raski: 3 años x 365 días x 1 alfajor: 1.095 alfajores.

Panchito: 2 años x 365 días x 1,5 alfajores (Este suele repetir, si pusiera huevos bien contento que me tendría) = 1.095 alfajores.

Total recogidos ya: 2.190 alfajores.

Y si podéis vivir, pongamos, 10 años más. Pues me quedan por recoger unos 8.760 alfajores más. ¡Qué castigo! Se me está revolviendo el estómago, menos más que he cenado ya, que si no es que esta noche ni apetito.

Y luego está el ladrar; a ver que os han hecho los otros perros, que me tengo que cambiar de acera, cada dos por tres, para que no os metáis en broncas. Y encima para la mierda de perros que soy los dos. Porque yo creo que les echáis cojones a los labradores, a los seteres y a cualquiera de las razas grandes que nos encontramos porque sabéis que yo no os dejo que os metáis en peleas. Que un día os tenía que soltar para que se os quiten tantas ganas de peleitas. Que estoy seguro que un yorsike, como vosotros, no tiene ni medio ladrido de un perraco de esos a los que les echáis huevos. De todas forma os compadezco; puede que vuestra mala leche sea por no desfogar. Fíjate tú, Raski, para una vez que mojas y tienes que cargar con el prenda ese que tienes a tu lado toda la vida. Y el prenda... -si tú, Panchito- que ves a una perra y te echas para atrás, es que ni te acercas a olerla. Lo siento pero eso es lo que os pasa y por eso ladráis tanto; os falta desahogo. El desahogo es muy bueno.

Creo que os odio, pero no es fácil sabiendo que vosotros no tenéis culpa. Y además me vais siguiendo por toda la casa; que me levanto, os levantáis; que me acuesto, os acostáis. Ahora que me he metido a escribir un rato en el ordenador; detrás mía; que me pongo los botines, y a moverme el rabo... Vamos que parecéis los dos mi sombra. Una sombra peluda y asquerosa, por cierto. En fin, ya veo que no me echáis mucha cuenta, que os estoy dedicando una entrada en mi blog y a vosotros os entró el sueño. ¿Qué estaréis soñando? Cosas de perros, supongo, cosas de perros.








...

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4 comentarios:

Blogger Meteogerena ha dicho...

Yo también tengo dos yorkshire,y también padre e hijo,para mis sinceramente son mas que perros,son una parte de mi,porque cuando uno está mal anímicamente ellos siempre te sacan una sonrisa y te da el cariño que quizás en ese momento te falta,yo no puedo estar sin ellos, es más ni me lo imagino...Desde que llegaron a mi vida han sido un punto de apoyo,son perros pero ellos tienen más sentimientos que algunos seres humanos....

28 de noviembre de 2011, 18:40  
Blogger Pelayo ha dicho...

Ya sabes, quien tiene un perro, tiene un amigo... aunque tengamos que recogerle las cagadas.
Compañero, un libro que me encantó sobre el tema: "Tombuctú", de Paul Auster.

Un abrazo

30 de noviembre de 2011, 19:49  
Blogger Adolfo Mena Gonzalez ha dicho...

Pues alguien me debe de querer mucho, ya que todas las mañanas me deja como regalo en la puerta de mi casa, un par de alfajores recien horneados.

30 de noviembre de 2011, 20:31  
Blogger Erna Ehlert ha dicho...

Que gracioso tu relato de hoy.

Me parece muy bién.
El que tiene animales los debe cuidar como toca.

No te quejes.
Seguro que estás enamorado de ellos.


Saludos

30 de noviembre de 2011, 22:23  

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