jueves, diciembre 01, 2011

Me gustaría decir



Me gustaría decir
en pocas palabras
algo que fuera cierto...
que mirara dentro de los ojos
que no dejara lugar a dudas,
ni a segundas ni a primeras...
que fuera claro
como un sol de julio...
que llegara a cualquier parte
como la música
como el silencio
como el canto de un niño
como el sonido de una palabra.

Quisiera decir algo
que fuera puro
que fuera un punto;
seguido y a parte...
que abriera el alma
que tuviera manos
que tuviera pies...
palabras de piel frágil
roja, blanca y negra.

Me gustaría tanto...
sembrar las cosas
plantar los árboles
cadenas de letras sueltas...
una nota de música
una esperanza sonora
un credo en el hombre
una lanza enterrada...

Quisiera hacer cientos de poemas
como el que escribe cimientos
como el que come garbanzos...
criar frutas en las ventanas
dar de comer a manos llenas
cantar la voz que callan los que callan
hablar por los codos y por las lenguas.

Pero no sé, no puedo, no siento,
lo que sienten los artistas...
si acaso una lagrimilla de cebolla
para seguir metiéndome más adentro
como un caracol en retirada
bajo una concha de cristal rendido
sin seguro, sin papeles,
dejando atrás, a lo lejos
regueros de garabatos
solo eso.


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5 comentarios:

Anonymous José Juan del Valle Ramírez. ha dicho...

Hola Aureliano, este poema que has escrito, muy bueno por cierto, me ha hecho recordar a otro, titulado "Que lástima" de León Felipe y que en cierta ocasión le oí recitar a Rafael Alberti.

Te dejo un fragmento y un enlace por si te interesa.

¡Qué lástima! que yo no pueda cantar a la usanza de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!

León Felipe.

http://www.poesia-inter.net/lf20035.htm

Saludos.

1 de diciembre de 2011, 13:28  
Blogger Carlos ha dicho...

Sí puedes!!

Y artistas somos todos, cada cual a su manera .)

1 de diciembre de 2011, 14:53  
Blogger Erna Ehlert ha dicho...

Muy, muy bonito, Aureliano!

1 de diciembre de 2011, 22:41  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Gracias amigos/a por vuestros comentarios. Qué bueno que mi poemas te recuerde José Juan tan bello poema.

No me he podido resistir el gustazo de publicarlo por aquí, por la trastienda del blog. Dichosos los que disfruten de este maravilloso poema de León Felipe:



¡QUÉ LÁSTIMA!

¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!

¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.

2 de diciembre de 2011, 22:50  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!


León Felipe

2 de diciembre de 2011, 22:50  

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