martes, junio 24, 2008

Mañana de verano.

Me despertó mi madre con un susurro. Por fin era la hora y, por los nervios, había dormido poco.
Por la ventana entraba una tímida luz de verano en amanecida.

Salimos a la calle fresca y silenciosa, aun las farolas encendidas, el día por estrenar.

Nerviosos, menudos, emocionados por la aventura. Las manos cogidas a esa entrañable mujer de bata negra y pelo blanco.

Al llegar a la Placita, me sorprendió el barullo, las risas, las carreras de algunos niños. El resto del pueblo durmiendo ajeno a la muchedumbre y a sus bártulos.

A la hora en punto llegó el autobús. Nos sentamos en un solo asiento sin parar de sonreír.

El conductor, con pocas ganas de playa.

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4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Querido Aureliano: Hace unos dias fui testigo de una agradable tertulia en un bar de Gerena sobre toda la mistica que rodea este blog. Se hacian investigaciones y premoniciones de quien era Aureliano, algunos hasta se habian leido a G. Marquez y se referian en vez de a Gerena a Macondo. Eso si, todos coincidian en que era mejor no saber tu verdadera identidad pues asi tenia la cosa mas misterio y acudian al blog avidos de nuevos articulos.

25 de junio de 2008, 7:56  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Yo también recuerdo esos viajes a la playa, nos apuntábamos casi un mes antes, no se me olvida como Antonio el Meino hacía un croquis del autobús con sus asientos, y escribía nuestro nombres sobre ellos.
El día antes cenábamos temprano y a la cama que había que madrugar. Incluso nos acostábamos con la ropa de baño, como si la playa comenzara al bajarnos de la cama.
Salíamos casi de noche con la comida hecha de por la tarde, a veces mi madre madrugaba mas que nosotros para que la comida fuera del día, pero allí no comprábamos ni el pan, todo iba en la cesta de palma. Con suerte nos iríabos a un chiringuito a por las bebidas, y con mucha suerte, muchísima, pedíamos una racción de pescaito frito. Ahora pienso que sería por consumir algo y que no nos echaran de allí, de esta forma teníamos sombra todo el día, y como llegábamos tan temprano cogíamos las mejores vistas a la playa para que no se perdiara ningún niño, que todo podía pasar.
Me encantaban estos viajes, además pasando Aznalcóllar, todos los pueblos me parecian afortunados por estar tan cerca de la playa.
Saludos a todos y una vez mas gracias a Aureliano por trasladarnos a la que creo sin duda la etapa más bonita de todo ser vivo: la infancia.

26 de junio de 2008, 0:59  
Anonymous Anónimo ha dicho...

La verdad que yo también me he encontrado en lugares donde se discutía la identidad del misterioso fotógrafo-escritor.
Coincido en que es mejor que se mantenga la incógnita.

Saludos.Daniel.

26 de junio de 2008, 1:56  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Cien Años de Soledad, la novela de Gabriel García Marquez.

En ella cuenta la historia de la familía Buendía y de Macondo.

Nadie debería irse al otro barrio sin leerse esa novela. Si estáis a tiempo no la dejéis escapar.

Os llenará.

Me alegro que se hable de mí, no pasar desapercibido por el mundo puede ser muy positivo, sobre todo si haces algo que gusta a alguien.

Que no soy escritor, ni fotógrafo, es algo evidente, así que gracias Dani por tus calificativos.

Ahora por ejemplo me gustaría escribir algo y se me hace imposible. Puede que si algo salió bonito,fue por una casualidad incontrolada, eso creo.

Gracias por vuestros comentarios, el anónimo primero, por sus palabras, las que aparecen más arriba y las de fuera de antena. Al anónimo segundo un beso fuerte, has descrito, mejor que yo, detalles de aquellas excursiones veraniegas que tantos buenos recuerdos nos traen.

Saludos.

28 de junio de 2008, 17:10  

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