martes, junio 10, 2008

Mitocondrias y bocadillos de tortilla.


La ventana abierta cazando la más ligera brisa del recién estrenado verano. Ya algunos de mis amigos habían abierto temporada dándose un baño en el Cachón.

Los mosquitos, atraídos por el flexo, caían sobre el libro de Biología, las mitocondrias, el ácido ribonucleíco y la osmosis directa e inversa.

La puerta de mi cuarto cerrada a cal y canto, el sonido de la tele casi ahogado. Pero la ventana, esa era insufrible. Todos jugando al bote, ¡justo en mi ventana!. Y yo, enfrascado entre células eucariotas.

Que daría por salir un rato, pero hoy, el día antes del examen, sería un suicidio. Ya me había cogido el toro, la vaca y la ganadería al completo. Así que me esperaba una penosa noche al sabor de un café, azucarado, asquerosamente amargo. Algunos años después, en la universidad, habría de comprender lo absurdo de la dichosa técnica del atracón el último día.

Pero lo más duro era esa ventana, con sus grillos cantarines y los gritos de Manuela llamando a sus hijos para aprovisionarlos de bocadillos de tortilla. Y esos mosquitos libres que abrasaban sus alas al calor de la bombilla azul. Y el aire fresquito cargado de tentadoras voces.
Encima sabiendo que posiblemente todo fuera inútil.
Y escuchar el bote rodando por la cuesta abajo con el barullo de mis amigos corriendo a esconderse. Eso era mortalmente doloroso. Entonces buscaba en el mueble bar dos trocitos de algodón, mi walkman aiwa con los Dire Straits a todo volumen, y entre mosquitos, polillas y otros insectos voladores, tragaba sin ganas el gordo libro de Biología.

Después, con la mañana amaneciendo, realizaría el mejor de los resúmenes tatuado, en miniatura, sobre mi Bic impoluto. Luego marcharía con la remota esperanza que la providencia quisiera haber puesto a mi encuentro la preguntan de las dichosas mitocondrias, y si no quizás la aguja del compás me hiciera recuperar la memoria aniquilada por los posos del café. En aquel incipiente verano y en aquella, para el estudiante, cruel Gerena de tardes eternas y bocadillos de tortilla jugando al Bote.

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9 comentarios:

Blogger francisco romero ha dicho...

Ojú Aureliano, me has traído al recuerdo esas tardes de estudio en casa encerrado. Para mí lo peor no eran los mosquitos ni las moscas, era saber que yo estaba estudiando y mis amigos en el PUA jugando al fútbol, y al final aprobaban con chuletas... Y cuántos libros de 200 o 300 páginas me he leído la tarde antes del exámen... Gracias por trarme estos recuerdos.

10 de junio de 2008, 13:32  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Uffff.....¡¡Cuánta razón lleva este post!!

Estimado paisano, su post es el vivo espejo de la vida del estudiante. Yo admito ser uno de esos del último día hasta hace poco (las opos me han abierto los ojos). Pero chincha tela estudiar con la calor y escuchando a todos tus amigos irse a la playa o de piscinitas.

El cabreo de escuchar a mis amigos divirtiéndose se sanaba con la frase de mis padres "déjalos...si estudias tendrás un puesto bueno de trabajo y ganarás mucho dinero...tú serás quién luego disfrutes..."

Actualmente me río yo de la frase. Esos que estaban de piscina tienen unos cochazos y ganando dinero adoquier en la construcción... Yo sigo inmerso en mis libros...esperando que se de la vuelta a la tortilla y las mitocondrias triunfen.

C'est la vie....

Una abrazo

10 de junio de 2008, 13:55  
Blogger ALVARO ARIAS ha dicho...

Yo también recuerdo esas tardes eternas delante de los libros; ¡eran insufribles!

Felicidades, una vez más, por tus relatos.

Un abrazo.

ÁLVARO ARIAS

11 de junio de 2008, 17:33  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Se nota que algunos/as se han sentido muy identificados con el relato.

Eso me alegra, pues está claro que el que escribe no lo hace para sí mismo, de nada valdría. Escribir es dejar la huella de un pensamiento. Y solo es aprovechado si alguien lo lee.

A Romero, que por fin me tutea.

A Prometeo que ¿cuando me tutearás de una vez?

A Alvaro. Que con todos mis respetos, deberías cambiar la foto de tu firma por una veraniega. No estaría nada mal una con pantalón corto y camiseta. Es sólo una broma. Muchas gracias a ti también por tus palabras.


Ah..... Prometeo. Tu sabes bien que no se estudia para ganar más dinero. Se hace por intentar ser mejor persona, algunos lo consiguen otros no. Quién siente curiosidad por el entorno, por la vida. Quién siente inquietud por buscar la verdad, ese no estudia por dinero, es por ser mejor, y además se lleva estudiando toda la vida, en una novela, en un periódico, en Internet, raras veces en la televisión, etc...

Es tarde, la conversación seguirá cuando queráis.

A los tres Salud.

11 de junio de 2008, 23:54  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Si señor, recuerdo aquel libro verde lleno de notas, de aclaraciones... de muchas horas abierto con el unico objetivo de dejar de utilizarlo pronto.Ana Rosa intento que nos aficionaramos a la biologia pero, por lo menos conmigo, su esfuerzo quedo en vano.
Un abrazo, sigue asi.

12 de junio de 2008, 8:18  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Aureliano, por supuesto que el estudio no se hace por recompensa económica. Admito ser estudiante de por vida, y cuanto más aprendes más grandilocuente es la ignorancia en la que uno está sumergido sin darse cuenta. Simplemente tu post me trajo al recuerdo esa frase del trabajo y el dinero...

Aun así, hay que reconocer que a día de hoy estudiar no te asegura un puesto de trabajo, sino todo lo contrario, una probabilidad alta de darse una vueltecita por el INEM.

Pero yo sigo confiando en las mitocondrias y bacilococos....alguna vez retomarán el poder.

Un abrazo

12 de junio de 2008, 11:37  
Blogger Felipe Marín Álvarez ha dicho...

Amigo Prometeo, me quedo con tu frase "cuanto más aprendes más grandilocuente es la ignorancia".

Vuelve a salir el espíritu de Sócrates. !Este griego era un "Monstro"!

12 de junio de 2008, 15:03  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Recuerdos de épocas de estudios. Pero yo creo que hay una diferencia entre lo que es estudiar y lo que es aprender. La mayoria de las veces se estudian cientos de páginas de apuntes para luego vomitárselos al profesor en un exámen y lograr llegar al número mágico: el 5. Pero después se olvidan esos cientos de folios, vuelan de tu mente para dejar sitio a los otros cientos del próximo exámen.
Es cuando acabas los exámenes y con tranquilidad comienzas a leer por tu cuenta (ya sea sobre mitocondrias, Vivaldi, Anibal o socrates) es cuando realmente comienzas a aprender.
Me viene a la cabeza el consejo que una vez me dio un profesor: se puede aprender mas tomando un cafe hablando con alguien que en una tarde de estudios. Yo le hice caso y aqui me encuentro, aun rodeado de libros y con miles de cafes en el cuerpo que poco conocimiento me han dado.

13 de junio de 2008, 13:54  
Blogger José Manuel Martínez Limia ha dicho...

El comentario de "j.i." me ha hecho mucha gracia y me ha "obligado" a escribir, pero:
(1) Yo nunca he estudiado Biología. Lo que me hace suponer que soy el más viejo de los que han escrito, de momento, en esta entrada.
(2) No sé lo que es estudiar escuchando a mis amigos en la calle mientras jugaban. Yo siempre era de los que estaban fuera.
(3) Nada de lo que he estudiado me ha servido para trabajar hasta hoy.
(4) Todo lo que he leído en mi vida (bastante) me ha servido para ...
(5) Estudiar, leer, es una de las tareas más elevadas que puede realizar un ser humano, pero la más elevada de todas, con diferencia, es ...
(los primeros puntos suspensivos son por inseguridad momentánea, éstos para que cada uno rellene con lo que quiera).
Espero que "j.i.", al menos, conozca y diferencie el café bueno del malo.

13 de junio de 2008, 19:25  

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