La estampida de la sangre.
Nos metimos en la plaza donde las manos viajaban en la exploración de los cuerpos. Donde se hacía universal y mudo el lenguaje de la curiosidad y el sexo.
Al poco de pedirle salir me la llevé, o me llevó, al banco más alejado y perdido de las miradas. Entregados a la pasión de las bocas, las lenguas, los dientes. Nos perdimos y encontramos en un dulce laberinto de labios incansables, insaciables.
Allí transcurrían estrellados ratitos de sábados y largas tardes de domingo. Tras las tuyas, en un largo beso capaz de cansar a los relojes, capaz incluso de pararlos. Con ese bendito juego de los adolescentes exploradores, de los aprendices de la piel.
Rendidos y entregados a la aventura del tacto, a la liberación de los poros, de las glándulas y a la estampida de la sangre.
Los ojos, siempre, cerrados.
Etiquetas: Adolescencia, Amor
1 comentarios:
Joder Aureliano, me voy a poner tan temprano....!!! Ji,ji,ji...
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