domingo, enero 27, 2008

Aunque no fuera el único.


Puse el contacto, arranqué y apreté el acelerador al máximo. El rugido del motor hizo sentirme inferior. Metí la primera, la segunda.... A los pocos segundos el paisaje oscuro viajaba a gran velocidad por mi ventanilla. En el retrovisor las luces de la ciudad quedaban lejos a mi espalda. Atrás quedaba el luminoso del bar donde la conocí. Sus ojos aparecían en cada señal que miraba.
Lejos quedaba aquel momento en el que fui rey de su boca. Y lejos quedó también el sabor de su pelo.
Sin posibilidad de volver, no necesito más del destino, solo la velocidad y el olvido. Olvidar su sudor en mi pecho, sus curvas, el momento del máximo placer.
Lejos va quedando todo, por la ventana va entrando el aire cargado de soledad.
La mirada puesta en la blanca línea continua, tenue, pobre bajo la escasa luz del amanecer.
La quiero tanto, me hace tanta falta, pero no es cuestión de dinero. Se enamoró de otro. Se marchará con un hombre que la hará una mujer feliz, que la colmará de momentos dulces, que le servirá un bonito destino.
Un momento antes de perderla me susurró al oído la noticia. Se casa. Definitivamente la pierdo, no es cuestión de precio, encontró a alguien que no solo la querrá de noche. Eso me dijo.
Si al menos me permitiera ser su amante, con eso me conformo. Aunque me siga cobrando las cinco mil pesetas. Aunque se convirtieran en diez mil. Aunque no fuera el único.

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