domingo, febrero 10, 2008

Marrón, negro o amarillo.



Madre de tres pequeños pollitos vigila atenta cualquier peligro, pues quiere a sus tres hijos más que a su vida.
Ama con locura a Marroncito, con delirio a Negrito y con pasión a Amarillito, pues los tres son sangres de sus yemas, motivos de su existencia. Tres preciosos frutos de su calor, tres preciosos pollitos y cada uno de distinto color.
Esta foto podría ser bandera de muchas cosas, pero me viene a la mente una en especial. Es una foto contra el racismo, contra la discriminación de los colores.
A todos los racistas, a todos los xenófobos les tendrían que nacer tres hijos; uno marrón, uno negro, y otro amarillo, como los pollitos, y con esta bendita cura, con esta salomónica solución se darían cuenta que los tres nacidos serían sencillamente hombres o mujeres con derecho a ser felices, corazones envueltos en pieles distintas, pero todos ellos con la misma necesidad de amar y de ser amados, no hay más.

No estaría mal, si de veras existiera algún Dios, que mandara un milagro a la Tierra para que nacieran los niños y niñas de cualquier raza, la lotería del mestizaje, la cura contra cualquier genocidio. Sería perfecto, mi mujer embarazada, por mi culpa, para que naciera un hombre o una mujer, una criatura, hija mía, pero de cualquier raza; marrón, negra o amarilla.

A. Buendía.

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