martes, diciembre 23, 2008

La Navidad que fuimos

No siempre fui este ser al que no le gusta la navidad. Antes no andaba por ahí desconfiando, ni renegando de estos días de paz, amor y lerén lerén.

Antes las navidades tardaban en llegar todo un año. Antes duraban tanto como unas largas vacaciones de navidad. Antes traían sorpresas. Ahora zapatos, colonias, bufandas... Cosas que se pueden comprar desenfundando una tarjeta.

Entonces me ilusionaban los petardos gordos, disfrazarme de viejecita, sentir el frío en el rostro camino de la casa de navidad y apartar las cortinas de un oscuro reservado. Ahora la emoción es un deporte de riesgo llamado “llegar a final de mes”.

Mis primeras navidades tenían alma de juguete. Mi padre, que nunca nos compraba nada en todo el año, llegaba un día con el vale descuento de la empresa y hale todos al Simca para llevarnos al Ecorub.
Ese juguete era la navidad; el Geyper Man, la gasolinera Comansi, un Caterpillar amarillo... Cada navidad era un juguete. Hoy parecería austero, tacaño, pero yo con mi juguete fui el más feliz del mundo. Ese juguete que me duraba año tras año, casi como el primer día.

También me gustaban los ensayos. La víspera de navidad cada uno se buscaba un instrumento, eran los llamados “Chinguirringuis”, no sé quién los bautizó con ese nombre; La botella de “El Mono”, el cántaro con la alpargata, las cucharas y la cacerola, el cajón de una vieja mesita de noche, cualquier cosa, cualquier chisme llevaba dentro música. Y la candela encendida, los polvorones en la mesa, los villancicos de toda la vida, ir por la calle de ronda, llamar en la aldaba de la tita y, antes que te abriera, justo cuando oíamos que se acercaban los pasos, comenzar con “Madroños al Niño” o con “En el Cielo se Alquilan Balcones”. Luego flanqueábamos la puerta toda la trupe, con nuestro ruidoso acompañamiento, felices, pues las navidades eran alegría, de eso estaban hechas.

Y las nochebuenas... Ya nunca fueron las mismas sin ellos. Aquellas nochebuenas cuando tenía conmigo los brillos de sus ojos. Qué injusto, qué inhumano que nos dejen para siempre las arrugas de sus pieles, las sombras de canela de sus manos, sus labios de buen humor y buen comer, sus efímeras felicidades.
Ahora esta maldita falta ya no cura. Anda agarrada al pecho con sus benditas voces invisibles. Y que no falten nunca. Nochebuenas enfermizas abrazadas de añoranza.

Aquellas fueron mis navidades, estas no tienen nada. A veces siento que todo es de cartón piedra, toda es un escenario de colgados reclamos y espavientos. Engaños cutres de bombillas a cientos, para hacerme creer que llegó la navidad.

Todos no pensáis como yo, disfrutadla. Y suerte de los niños. Ellos creen en la navidad y no se dejan robar, en lo más tierno de sus corazones, por los mercaderes de la navidad. Los niños la sienten, la viven, la gozan. Menos mal que hay niños. Porque los mayores de mi calaña sólo somos la navidad que fuimos.

Sale el Sol por la mañana
Con clara y hermosa luz
Canta María la nana
Mientras se duerme Jesús.
(Bis)

Yo le traigo miel
Yo le traigo pan
Yo una piel de oveja
Yo un rico manjar
Yo como soy pobre
No le traigo “na”.

Cantad pastores que se duerma el angelito
Cantad pastores a este niño tan bonito
Cantad pastores pero fuera del portal
Que el niño duerme y se puede despertar.

Cantad pastores pero fuera del portal
Que el niño duerme y se puede despertar.

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