domingo, febrero 21, 2010

Hacerse invisible


"Nuestra mano es una herramienta y un arma. Tiene el molde de la violencia. Por eso, cuando redacta leyes, suelen salirle violentas, y cuando redacta poemas suelen salirle mentiras". "Mortal y Rosa" de Francisco Umbral.

Decía Umbral que escribir es un ejercicio pasivo mientras que leer es algo activo.
Explicó que el escritor se hace transparente al escribir y que el idioma fluye a través de él. Decía que los buenos escritores son aquellos que cuando los leemos no se notan, se vuelven invisibles; y qué razón tenía.

Bien le gustaría a un servidor hacerse invisible, y dejar aquí las palabras sin que se notara mi presencia, pero es complicado, es jodidamente complicado esfumarse, suelo ser opaco por naturaleza, y cada vez que quiero escribir hay más de mí y menos del lenguaje. Quiero correr tras el escritor pero éste se va, se pierde como tragado por el mar.

Me decía mi querido Jordi del Blog
“A Galopar” , que por cierto lo echo de menos, que para poder crear un post hacen falta tres cosas: tener algo que decir, saber como decirlo y disponer del momento necesario para hacerlo. Yo estoy totalmente de acuerdo pero, en mi caso, suelo definirlo de otra forma: tener algo que decir y encontrar el preciso momento en que uno se vuelva transparente.

Casi siempre ha sido de esta forma; de las cosas que medio han merecido la pena, de cuanto he ido escribiendo, las mejores fueron aquellas en las que sólo se ve el lenguaje, las palabras, el idioma, y no se me ve a mí por ningún sitio.

Pero estamos en tiempos difíciles y esta autodisciplina de escribir como mínimo una entrada a la semana se me complica. Me gustaría tanto parecerme más al hombre invisible.

Etiquetas:

domingo, febrero 14, 2010

La maldita cosa


No puedo quitarme de la cabeza en estos días un símil quizás rebuscado; pienso en el antiguo Egipto, donde se empleaba a miles de hombres y mujeres en la construcción de montañas perfectas. No pongo en duda lo impresionante y majestuoso de estas maravillas; las pirámides, pero ¿Era la mejor forma de emplear los esfuerzos aquellos seres? ¿Hubiera sido mejor dedicar aquellas energías en otras obras?

Cuatro mil años después la cosa se repite; los países del club de los ricos hemos conseguido producir alimentos de sobra y no necesitamos dedicar nuestro tiempo ni a cazar ni a recolectar ni a pedir limosna. Tenemos máquinas, clones, abonos sintéticos, plaguicidas sistémicos. Tenemos plásticos y rumanos para la fresa, moros en la aceituna, sin papeles bajo el catre.

Ya podemos dedicarnos, cuatro mil años después, a fabricar monumentos para los nuevos dioses, llámense faraones, presindentes, alcaldes, Botines o Reinas Nefer-Koplovichs. Seguimos en lo mismo, ¿Para qué aprender? Obreros de pan y circo fabricadores de pirámides adosadas, pirámides a cinco minutos del centro, pirámides para darle el pase sin escritura, jardines de las pirámides, pero en el fondo lo mismo: tumbas reales, mausoleos de sueños.

Imagino que cuando se finalizaba una pirámide habría algunos años difíciles, como los de ahora. Luego el faraón moría y la pirámide albergaba a su dueño. Pero quizá esa no era la razón por la que se construían, eso era tan sólo la coartada. Se hacían para emplear al pueblo, para dominarlo, lo de menos era la utilidad. Y se sigue haciendo hoy; las ayudas para comprar coches, los fondos E para el empleo, un nuevo recinto ferial. Qué más da si lo que se hace es o no provechoso, es o no útil; pensar a largo plazo es una quimera de cuatro años mal contados.

Dónde se fueron aquellos tiempos en los que lo políticos nos hacían creer que esta mierda despegaba rumbo a las estrellas; la sociedad del bienestar, del conocimiento, del pleno empleo a punta de pala. Cabrones ilusionistas.

Ayer llegó el jefe y puso un cartel grande en la oficina: “PROHIBIDO HABLAR DE LA COSA” porque claro todo el mundo, todo el santo día, todos los días, preguntando y hablando de la “cosa”:
-¿Qué? ¿Cómo va la cosa?
-Pués la cosa va fatal.
– Ojú ¡Qué mala está la cosa!

¡Al carajo con la cosa!

Mientras, por ahí van, las criaturas que aun aguantan, deambulando por escaleras que suben y luego bajan, por pasillos, despachos y oficinas sin corazones.

-No hay trabajo vuelva usted dentro de unos meses. Quizá cuando la primavera despunte.
-¿Qué primavera?
-¿Tiene usted experiencia?
– ¿En desesperación? ¿En rendirse?...
-¿Trabajó usted antes haciendo esto?
–Sí, hace tiempo, pero... no me pregunte por cumplir. Si no tiene trabajo, no me engañe.

Siguen esas calles de los polígonos con aquellos que antes madrugaban y ahora solo miran las ventanas, los talleres, las naves, los esqueletos de los camiones que se oxidan, locales en alquiler, solares llave en mano comidos de hierba, tierras baldías que crían malvas.

Y luego volver a casa; eso es lo peor; volver a casa, la carpeta de los curriculums vacía, la mañana tirada, las manos sin nada, las mentiras criando trampas en los oídos, los perros del desaliento ladrando.

¿Con qué fuerzas pisarás el suelo mañana? Cómo tendrás cojones, mañana, para volver a repetir la misma rutina de tu silencioso hundimiento, de este entierro largo y sin mortaja. Qué difícil para ti, mañana, poner los pies en un mundo sin caminos donde siempre es lunes, donde siempre es domingo.

Los que tenemos trabajo veremos la maldita cosa desde lejos, y pensaremos que el paro es como la muerte; triste, un drama, pero por suerte le tocará a otro. ¿Tanto se parecen?

Etiquetas:

jueves, febrero 04, 2010

Mi día de suerte

Dos latas de anchoas, un brick de tomate frito, tres peras de agua y una botella de vino; la cajera coge las vituallas una a una y las pasea por el lector laser. Es rubia, con los dientes muy blancos, el pelo corto y, aunque cajera del Mercadona, está maquillada como si trabajara en la sección de perfumes de “El Corte Ingles”. Viste un uniforme muy usado que le queda chico, pero le sienta a rabiar; la minifalda apretadísima y los muslos más gruesos, en proporción, que el resto del cuerpo. Esto es sólo a mi particular juicio, pues los cuerpos no tiene por qué proporcionarse a nada, pero es eso lo que camina por mi cabeza, mientras esa preciosa desproporción me caza, como un pez cayendo en una telaraña de algodón dulce. Imagino que le hablo, y le digo; "¿Qué hace un monumento como tú en un sitio como este?" Y miro la pequeña raja de la falda; precipicio carnoso; cañón caliente; sima de tela roja; pliegues de sal y pelos, dobleces íntimos que no veré pero que están ahí, a punto de todo.

La chica hace un pequeño giro para coger mi tarjeta y, qué afortunado, veo por esa raja mucho más allá de lo que ella quisiera enseñarme y de lo que yo pudiera ver. Y siento vergüenza de la buena; un rubor tenso que no me deja disfrutar como debiera del instante, luego, unos segundos después, logro recrearme con la pequeña memoria de lo ocurrido. Como un ladrón que más tarde, por fin, disfrutara de su valioso botín. Desconocida química de un animal lejano que va captando en el aire millones de feromonas invisibles que rebosan mis pulmones y que van entrando, también, en la bolsa de mi compra entre conservas y frutas verdes.

Pero me fijo ahora detrás. Me sigue una mujer que rondará los treinta y tantos largos muy bien cumplidos; es de piel morena, delgada, casi escuálida. Tiene el cabello un poco mojado; seguro que al acabar de ducharse cayó en la cuenta que podía bajar a comprar algo para la cena. Viste vaqueros y una blusa blanca. No lleva más ropa, pues este noviembre sin lluvia madura aun en verano tardío. Y no se puso sujetador; -La libertad también baja al supermercado- me digo, donde sus pechos se bambolean tras la fina tela, como limones que el viento roza.

Ha dejado la cesta en el suelo y empieza a subir lo comprado a la cinta transportadora. Antes pone, entre ella y yo, una poderosa frontera que dice: “Próximo Cliente”. Y de pronto, frugalmente al agacharse, me regala, sin quererlo, una teta; simple y perfecta, limpia y fresca, recién duchada, que se me pega a los ojos, que me hace feliz como un tonto.

¡Qué tarde! Si fuera uno de esos salidos que andan babeando por ahí pensaría que hoy es mi día de suerte.

Etiquetas: