miércoles, octubre 29, 2008

Basado en hechos reales.


Era noche cerrada, enfilaba una larga cuesta y conducía despacio. A la derecha pude ver un edificio modernista de grandes y fantásticos arcos, ventanales imposibles, el tejado parecía derretirse, en una esquina asomaba una torre solitaria.

Terminada esta construcción, hallé un cementerio cubierto de sombras grises y azules, dónde las tumbas, desordenadas, se amontonaban unas encimas de otras. Centenares de cruces lo cubría todo. Grandes, pequeñas, medianas... en cada rincón parecían germinar como malas hierbas cubriendo la tierra.

En medio del bosque de cruces había una especie de capilla. Paré el coche, quería curiosear, así que decidí echar un vistazo.

Llevaba mi cámara colgada al cuello. Por el camino, mientras me aproximaba a la pequeña construcción, comencé a hacer fotos.

Sentía intranquilidad pues parecía que las tumbas pudieran en cualquier momento cerrarme el paso y con sus cruces envolverme en una especie de red pétrea azul y gris.
Muy despacio empuje la puerta, y su interior, pequeño, me acogió entre paredes bastas y amarillentas. Por una única ventana muy alta y diminuta, en la pared del fondo, entraba algo de luz. Bajo ésta un asiento de piedra solitario. Allí adentro no había nada más.

En ese momento apareció un individuo muy pálido, casi del color de la muerte. Tendría unos cincuenta años largos, calvos y mustios. En su rostro destacaban su gran mandíbula y sus ojeras inmensas. Vestía un especie de pijama descolorido, tal vez fuera un traje de preso al que ya se lo borraron las rayas. Tenía una rara sonrisa apestando en la boca. Estaba dentro de sus propios pensamientos. No me prestaba ninguna atención y eso me ponía nervioso
pues lo convertía en un ser imprevisible.

Se sentó frente a mi, de espaladas a la ventana que quedaba muy por encima de su cabeza.
Las paredes, la ropa, todo era cada vez más amarillento, como si se volviese del color y del material de las hojas muertas.

En ese momento percibí que el color de la luz era precioso; la piel blanca, las ojeras de aquel decrépito sujeto, un poco de claridad entrando por el ventanuco. Todo configuraba una atmósfera increíblemente extraña.

Encendí mi cámara dispuesto a obtener una fotografía del individuo. No podía dejar escapar la escena.
Al acercarmela, justo cuando mi ojo podía ver a través de la lente, el extraño hombre reventó contra la pared y su cuerpo se convirtió en una roja pasta viscosa y sanguinolenta, toda líquida, macerándose contra la pared. Fue sólo un instante, pues la adrenalina me abrasó y el miedo se apoderó de mí. Me alejé asustado la cámara de la mirada.

Pero sorpresa. Aquel hombre seguía sentado, como si nada, con la espalda apoyada contra la pared.

Sólo había sido un mal rato. Sería todo una mala jugada de mi imaginación. El corazón aun galopaba apretando mis pulmones, pero quería la foto, tenía que cazarla.
Entonces, esta vez con más miedo que curiosidad, volví a mirar por la cámara, muy despacio, apuntando al suelo, para acercarme lentamente a la figura de una forma más cobarde.

Al poco, para mi total desasosiego, contemplé, a través de la lente, las piernas de lo que parecía ser una mujer desnuda y raquítica sentada sobre un sucio bater. Mi terror se multiplica cuando veo como una torrente de sangre espesa empieza a chorrear por aquellas piernas. Cae pegajosa resbalando hasta el suelo.

Entonces asustado y consciente de mi mal sueño, decido ponerle punto y final.

Bajo de la cama, bebo en el grifo del lavabo, meo, le doy una vuelta a los niños para ver que están tapaditos y, recuperado del susto, me meto en el sobre pensando en la extraña arquitectura que publicó el otro día “A Galopar” en su blog.

Ese era el edificio del que partió mi sueño. A la derecha, cuando empezaba la cuesta.

(Basado en hechos reales)

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domingo, octubre 26, 2008

“Las mil grullas de papel” (Por Leonardo Alanís)



El 6 de agosto de 1945, Sadako Sasaki era una niña de tan solo 2 años que vivía en Japón cuando fue lanzada la bomba a un par de kilómetros de la zona cero.
En Noviembre del 54, cuando Sadako tenía once años, empezó a sufrir los efectos de lo que parecía una gripe, pero la cosa se complicó cuando empezaron a salirle puntos negros por el cuerpo. En el hospital le diagnosticaron leucemia y la ingresaron inmediatamente. Los médicos fueron claros, Sadako no iba a sobrevivir a esa enfermedad y apenas resistiría un año antes de morir. Sadako ingresó en el hospital.
Pasaron los meses y Sadako no sabía cómo ocupar su tiempo en el hospital. Como la enfermedad le permitía hacer vida más o menos normal, se dedicaba a pasearse de un lado a otro y, un día de agosto, aburrida, cuando Sadako caminaba por el hospital, vió en la recepción un precioso regalo que le habían donado al hospital. Consistía en un ornamento formado por mil pajaritas de papel hechas con la técnica del Origami (papiroflexia). Sadako preguntó qué era aquello y le contaron que hay un dicho popular japonés que dice que si consigues hacer mil pajaritos de papel se te concede un deseo. Sadako quedó impresionada por la historia y decidió hacer con sus manos mil pajaritos de papel y pedir el deseo de no morir de leucemia.
Sadako se puso manos a la obra y durante días estuvo trabajando duro haciendo pajaritas. Trabajaba sin descanso y aunque el tesón no le faltaba, sí lo hacía otra cosa, el papel. Como era una barbaridad de pajaritas la que tenía que hacer, no había suficiente papel a su disposición y tuvo que ingeniárselas para encontrar otras fuentes de papel. De esa forma, utilizó todo lo que había a su alrededor en el hospital: cajitas de pastillas, etiquetas, recetas, envolturas de caramelos, sobres, etc...
A medida que pasaban los meses iba aumentando el número de pajaritas, pero el estado de Sadako iba empeorando: su piel empezó a amoratarse, perdió el apetito y físicamente se iba debilitando más y más. Era ya Octubre, ocho meses después de ser ingresada. La familia de Sadako venía asiduamente a ver a la niña y así lo hicieron el día 25 de ese mes. Para ese día, le prepararon arroz y té para comer, Sadako hizo un esfuerzo y probó el arroz, aunque su apetito había ido decayendo más y más conforme su enfermedad había ido tomando fuerza. Su madre le preguntó tras un par de tímidos bocados al arroz si estaba bueno y Sadako respondió: "está rico". Esas fueron las últimas palabras de Sadako. Poco después de que su familia dejase el hospital tras la visita, murió.
Sadako había conseguido hacer 644 pajaritas de papel.Tras su muerte, sus amiguitos del colegio, impactados por la pérdida, hicieron pública la historia de Sadako para honrar su memoria y dejar constancia de su hazaña. La historia tuvo un impacto social muy fuerte: miles de niños de todo Japón sintieron la necesidad de completar la labor de Sadako y el día del entierro, la niña fue enterrada con sus 644 pajaritas de papel, pero más de diez mil pajaritas de colores de miles de niños adornaron su lápida.
Hoy, Sadako tiene una estatua en Hiroshima en la que se ve a la niña jugando con una pajarita de papel dorado y a los pies de la estatua puede leerse:
“This is our cry. This is our prayer. Peace in the World” ("Este es nuestro grito. Este es nuestro rezo. Paz en el Mundo").
Y todo, gracias a la locura americana, esa “…lluvia de ruina desde el cielo, de una clase nunca vista en la Tierra”


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sábado, octubre 25, 2008

Enola Gay.


Discurso por radio del presidente Truman, 6 de agosto de 1.945:
“Hace 16 horas un avión americano ha lanzado una bomba en Hiroshima. Es una bomba atómica. Ahora estamos preparados para eliminar más rápida y completamente cualquier empresa productiva que los japoneses tengan sobre la superficie de cualquier ciudad. Si no aceptan nuestros términos de rendición, deben esperar una lluvia de ruina desde el cielo, de una clase nunca vista en la Tierra”

16 horas antes, sobre un puente en forma de T y a unos 500 metros del nivel del suelo, estallaba “Little Boy”. -Era el nombre de la bomba-. En pleno corazón de Hiroshima, con sus 200.000 habitantes. Allí, pegadita a las mujeres que preparaban los desayunos, a los niños remolones que se negaban a emprender el paso en el nuevo día y a los ancianos que soñaban con amores crepusculares.

Una bomba atómica de uranio, con un peso de 5 toneladas y tres metros de largo provocaba una bola de fuego primero morada y más tarde como un sol blanco y brillante. El artefacto masacraba en solo milésimas de segundo 60.000 vidas, así como causaba heridas a otras 70.000 almas. Todas las criaturas a menos de 300 metros de aquel triste puente se vaporizaron, la onda expansiva se sintió a 60 kilómetros, y las sucesivas oleadas de fuego y radiación lo arrasaron todo, lo abrasaron todo. Los vientos, a cientos de kilómetros por hora y a más de 500 grados centígrados, carbonizaron a las personas, a los animales, a las casas y a los árboles. Mientras, el hongo crecía elevando su espectro 15 kilómetros por encima de los restos.

Media hora después una lluvia negra comenzaba a caer sobre Hiroshima, esta lluvia provocaría, junto con los efectos de la primera radiación, 80.000 muertes más en los días posteriores, en los meses y años del largo calvario radioactivo, incluso en generaciones que nacieron después del macabro vuelo del Enola Gay.

Tres días más tarde se vuelve a repetir la cruel historia en la ciudad de Nagasaki. Entre las dos ciudades se asesinan, de forma inmediata y con solo dos bombas, a más de 100.000 criaturas y se provocan graves heridas a otras tantas.

Al día siguiente el gobierno de Japón acepta la rendición, salvo en lo que respecta a la continuidad de la dinastía del emperador Hirohito. EEUU promete respetar la continuidad imperial.

Era el final de la Segunda Guerra Mundial y la felicidad por el termino de la larga contienda relega a un segundo plano lo ocurrido en aquellas dos ciudades niponas. -Imagino que también esto estaba fríamente calculado-.

A partir de entonces, en la historia de la humanidad, nada volvería a ser como antes.

Tenía curiosidad por saber que decía su letra. Quería saber por qué me siento tan triste cada vez que la oigo.
Quería encontrar, en mi pena, el vuelo del Enola Gay, el bombardero B-29 que albergó la primera bomba. Quería, con esta canción, creer que ese avión nunca existió, y si alguna vez fue algo, fue un avión sin alas, sin timón y sin bomba
.








¿ Y Por Qué?

Para justificar el enorme gasto. La fabricación de este nuevo tipo de armamento le costó a EEUU unos 2.000 millones de dólares.

Para probar los efectos reales de este armamento. Es extraño que estas ciudades, al contrario que otras de similares características, apenas sufrieran daños por las bombas convencionales. Se sospecha que fueron “reservadas”, para este macabro experimento.

Por venganza y odio. Por el desprecio a otra raza, los “amarillos”, como solían llamar despectivamente en EEUU a los japoneses.

Para demostrar a la URSS y al resto del mundo el poder militar de los Estados Unidos, pues aun siendo la rendición cuestión de días, arrojaron la primera bomba y poco después la segunda. Al parecer querían mostrar a las demas pontencias que eran capaces de fabricar estas bombas en serie.

A pesar de todo, solo 5 años después, la URSS también fue capaz de crear sus propias armas nucleares, dando lugar a la más peligrosa carrera armamentista de la historia de la humanidad y a un peligro latente que sigue cohabitando con los vivos de este planeta.

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jueves, octubre 23, 2008

Apenas Vida. (Por un estudiante).

Aunque nunca la chispa me abandonó, si hubo momentos en los que creí necesitar llorar.·

Ahora entiendo que todo es indiferente, todo se supera con mayor o menor esfuerzo. Asignaturas que me parecieron imposibles ya han quedado guardadas en los cajones para el olvido.

Es como una carrera; mientras corres sólo piensas en la meta, el paisaje de tu alrededor pasa rápido y es despreciado, cuando llegas a esa meta, cuando cruzas la línea, ni siquiera te paras a mirarla, pasas y ves la siguiente, y así los días, las semanas, los años. (Martes 3 de marzo de 1.992)




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martes, octubre 21, 2008

Malditas las dudas


Siempre que pone dictado termino a las tantas.

Si la clase de al lado hace gimnasia nos manda cerrar las persianas a las cuatro de la tarde, todos envueltos en una atmósfera artificial y espesa de tubos blancos y parpadeos de neón.


Se sienta con su calva y su pantalón verde tras la mesa, de la que tanto presume es la mejor conservada del colegio, y lee unos textos antiguos que podríamos decir le gustan sólo a él.

Empieza el Dictado. Dos puntos.

Él lee, todos copiamos. La cabeza gacha, los ojos prisioneros del papel, el cuerpo encogido, la infancia entre Jotas, Ges, Haches, Bes, Uves, acentos, puntos y comas. ¡Malditas las dudas!

Sus ojos, por encima de unas ínfimas gafas, no sólo leen, también nos radiografían. Y los nuestros, nuestros ojos, se van llenando de cuadraditos y dobles rayas. Y me sudan las manos. Él es una máquina de leer y mi lápiz corre, como siempre, de los últimos. Punto y a parte.

¿Cómo se escribe “breve”?
¿Es “honor” con H? ¡Me cachis las mulas! Los borrones, las prisas, virutas de goma Milán. ¡Me gustaría tanto copiarme del empollón! Punto y seguido.

Mi letra garrapatera, alumna indómita de cuadernillos Rubio de bellos dibujos en los márgenes, va pisoteando el cuaderno ya rezagada de la voz grave, y de la lengua gorda chocando entre los dientes, golpeando, a mala leche, el cielo de su boca.

Y fuera, maldita la estampa, las alegres carreras, las risas y el silbato del partido torturan las persianas de la clase. ¡ Y qué pena ser tan torpe!

Esto de los dictados es deprimente, siempre llego tardísimo a casa, apenas me dará tiempo de jugar en la calle, ¡y encima los deberes!

Punto y final. ¡Por fin!

Ahora a repetir cincuenta veces cada falta.

Honor, honor, honor, honor... ¿Dónde está mi honor? ¡Si mis amigos ya corren por la cancela y yo con 800 palabritas por delante!

Breve, breve, breve, breve, breve... me quedan cuarenta y cinco. ¡Breve por lo cojones!





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domingo, octubre 19, 2008

Querida Barquita.



El otro día metieron fuego
en una choza que había allí
toda la gente iba diciendo
que la Barquita se iba morir.
Que doló, que doló
que al pobre Carbonero
se la quemao la casa
y ya no tiene dinero.
(Versión de Charini, muchas gracias y muchos besos)


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viernes, octubre 17, 2008

El Pelico y Cecilia la Castillera, (Por Tío Tejo)

Aureliano Dice:
Suerte que tiene uno de rodearse de compañía tan selecta que me ayuda a llevar adelante este blog que funciona a golpe de inspiraciones y de viejas murgas.

Tío Tejo Dijo:
Recogiendo el guante que me ha tirado el amigo Aureliano y aprovechando la pista que expone Geromo, os mando la copla del Pelico casi completa. El autor es también Diego el de Laura y la música es la misma que la del Himno del Novio de la Muerte de la Legión, que si no la conocéis la podéis bajar de Internet para haceros a la idea.

En el Barrio Los Pozuelos
nunca falta la quimera,
el Pelico y la mujer
Cecilia la Castillera.

El otro día tuvieron
una lucha “ensangrentá”
El Pelico a la mujer
la quería estrangular.

El Pelico decía muy apurado,
ahora de este combate me la he cargado…

Y los chiquillos llorando
fueron a llamar a su abuela
y venía como leona,
el Pelico “acorralao” le tiró la cafetera.

Luego vino la de Antón (este verso no es seguro)
pa que la reconociera,
y dijo esta brecha es
del culo la cafetera.

Eso no tiene importancia
no hay que asustarse por eso,
que la sangre se “asujeta”
con la tizne del pescuezo.

El Pelico decía muy apurado,
ahora de este combate me la he cargado…

Y él como estaba indignado
se empleó con el borrico,
y lo mata a “puñalá”
allá en el Molino Viento.

Tío Tejo sigue diciendo:
-No está completa. Falta algo. Intentaré completar todas las letras pero como os digo, no tengo tiempo. Pero es muy fácil que preguntéis a cualquier persona mayor porque hay muchísima gente que las sabe. Y si no las saben, seguro que os indican quién las puede saber.

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jueves, octubre 16, 2008

Sobre gustos y la parte trasera de los árboles.


No me gustan las cosas ruidosas, excepto lo viejos trenes a vapor y las sirenas de los grandes barcos mercantes. Añadamos a estas excepciones el cantar de las chicharras, el trino de los grillos, los vencejos y muchas otros sonidos que por su gran variedad no enumero.

Me gusta trabajar, sobre todo en esos trabajos en los que no me pagan. Exclúyanse, por favor, echar hormigón en la obra de un “cuñao” o parecidos.

Me gusta la tierra, tocar la tierra, pisar la tierra, sembrarla, regarla, olerla, mearla, entre otras cosas.

Me gusta dar de cuerpo –dígase cagar- en el campo. Siempre que tenga papel, o algo que se le parezca, a mano. Notar el aire acariciándome los bajos. Sentirme libre de mis propias podredumbres y de las cisternas del mundo.

No me gusta, cuando terminas, que las moscas impacientes se posen en tu obra. Porque interrumpen la más estrecha intimidad, que el retrete no da, entre la persona y su mierda. Ese momento en que la tienes cara a cara es único; Tú y tu mojón, nadie es perfecto.

Me gustan todos los árboles, sobre todo los que nacen donde les da la gana.
Por cierto, los árboles tienen una parte delantera y trasera. Como las sillas, las casas, o las personas. Si quiere saber cual es la parte trasera de un árbol, busque la mierda, pues siempre se planta la majá detrás. A nadie se le ocurre pensar: - Voy a cagar delante de ese árbol-. Todos preferimos hacerlo detrás. Por eso la caca marca la parte trasera de los árboles. Como una brújula el norte.

Bueno, dejemos ya el tema.

Me hubiera gustado haber conocido a Platero, y atravesar sobre su lomo un campo de trigos y amapolas. Pero hoy no hablaré de los hubieras. Quizás otro día.

Me gustan los toros que no sienten dolor. Y las vacas y las cabras. Las perras y las cerdas cuando acaban de parir. Me gusta todo aquello que tiene tetas. Sin silicona mejor, pero tampoco hay que ser puritanos en este tema, creo yo.

Me gusta Gerena y tengo miedo que un día ya no sea como siempre ha sido. Y llegue por esa Cruz del Soldado y me sienta extraño. Necesito tener raíces, sin raíces no soy. Y esas raíces están en este pueblo, porque aquí nací, aquí aprendí el nombre de las cosas, aquí fui niño y aquí pisaron y se dolieron aquellos que me enseñaron a amar.

Me gusta ir andando a la Bomba, si voy en coche la cerveza no me sabe igual. Encontrarme con gente que conozco y con gente nueva, reconocer el ambiente y saber que siempre habrá alguien del que aprender y una conversación por disfrutar.

Cualquier día termino este artículo, pues nombré pocos gustos, pero está la noche tan madura que mejor me meto en la cama.


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martes, octubre 14, 2008

Las Murgas del Tío Tejo (II)


Nuestro amigo y gran aficionado al rico legado de las antiguas murgas, Tío Tejo, tiene a bien enviarnos una nueva de estas bellas letras que atesora.

Es otra letra de Diego el de Laura.

El amigo Bigotillo
ha "tenío" "mu" mal tino
se vino de Las Cabezas
a Gerena a "arrancá" lino.

Él se había "descasao"
de su primera mujer,
donde se ha "venío" a "juntá"
en el Pajar del Marqués.

La noche de novios
tuvieron quimera,
la Carmen decía
yo me voy de tí,
porque tienes tuerto
el nervio viril.

(Falta una estrofa)

A él le dolía una muela
a Sevilla lo llevaron,
como no tenía dinero
al pobre allí lo dejaron.

Como no tenía dinero
el se montó en el tranvía,
la policía que lo ve
en el albergue lo metía.

Pero a los tres días
cumplió su condena,
-¿Ahora como voy
andando a Gerena?.

La suegra decía
éste se ha "perdío"
pero nos ha "dejao"
a todos "vestíos".


Tío Tejo dijo: - Es una pena que no esté completa pero seguro que, con la ayuda de todos, acabaremos completando todas. Saludos



Estimado Tío Tejo, sería una pena que se perdieran. Encierran los personajes, la forma de vivir de generaciones que ya nos faltan. Gracias Tío Tejo, estoy deseando nos envíe más.

Además hoy añadiré una letra, esta canción me la cantó muchas veces mi padre cuando era un niño. Me recuerda a él. Imagino la compusieron un grupo de jóvenes de unas fiestas ya perdidas en el tiempo, a estos muchachos se les ocurrió sacar un viejo coche por las calles de Gerena arrastrado por un burro. La letra dice así:


Aquí traemos, un coche nuevo, que lo traemos de Nueva York.
La mejor marca, que han inventado, en la gran casa de Ford.

Miren señores, si será bueno, tres mil pesetas nos costó.
Solo tiene un gran defecto, es que le falta todo el motor.

Cuando lo fuimos a comprar nos lo dieron a prueba.
Ya se le han roto las ruedas y el muelle izquierdo de atrás.

Y miren del coche lo que ha “quedao”,
Y un burro que va “enganchao”,
Que está harto tirar...

Y si no tira más,
también traemos una garrafa de vino bueno
y nos vamos a emborrachar.

Corríjanme si tiene alguna cosa mal, lo mismo Tío Tejo la conoce y sabe una versión más exacta.

Saludos.

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viernes, octubre 10, 2008

Manzanas

La Historia: ¿Recuerdas la última vez que el cielo se llenó de nubes con formas de manzanas?¿Lo recuerdas?
Fue una tarde de domingo. Apareció la primera nube cuando el sol comenzaba a declinar. Una gran manzana roja flotaba sobre las antenas, y luego docenas, centenares, millones; Todo el cielo era un gran cesto de manzanas. La gente las veía por los cristales o mientras andaban por las aceras. Todos llevábamos en los ojos las formas redondas de aquellos frutos del cielo.
Mi vecina también. Acababa de recoger la ropa del tendedero y bajaba con el baño rebosando calcetines. Tenía los ojos sembraditos de manzanas. Nunca podré olvidarlo.
Yo había visto algunas nubes por la ventana y quería también mirarlas desde la azotea. Al encontrarnos en la escalera, como casi no cabíamos, retrocedí un poco, ella se llevó el cesto a un lado. Estábamos tan cerca que casi nos rozábamos. Llevaba un vestido estrecho, color fresa de un raso muy brillante. El escote, como siempre, generoso. Las tetas de mi vecina podrían declararse la octava y la novena maravillas del mundo. El pelo rubio y suelto. La repasé a fondo, desde los tobillos hasta las cejas, mientras mi parte más animal despertaba; el homínido que llevo dentro, oprimido, enjaezado con las reglas, los modos y los maditos qué dirán.
En una fracción de segundo mi imaginación dibujó su cuerpo; los lunares de su escote, el elástico de sus bragas, la raja de su culo. Imaginé su entrepierna entre una selva de rizos. Todo eso en una milésima.
Nos sonreímos despacio y su boca, creo sin querer, me enseñó un trozo de lengua. Aquello fue como encender fuego sobre un monte de pólvora. Impulsado por un destino imposible me acerqué y la besé. Ella no movió ni un músculo. Y yo no quería que la ropa pesara ni que la escalera subiera ni que bajara. No quería otra cosa que sus labios, su boca y su lengua. Con aquel sabor ácido a manzanas verdes.
El beso duró lo que tuvo que durar. Luego, de repente, buscó mi mano y tiró de mi por las escaleras. Subimos hasta el final del todo, a un pequeño rellano, junto a la sala de máquinas del ascensor. Allí, acorralados, teñidos con los reflejos rosas de un sol apagado que nos observaba por un pequeño tragaluz, nos apretamos ansiosos contra una puerta de chapa.
El ascensor subía, bajaba, paraba; la maquina y su engranaje seguía con su ajetreo. Igual que mis manos, que la recorrían cazando cada botón, cada broche, cada ojal. El vestido cayó al piso, junto a mi ropa.
Ya desnuda se tumbó en el suelo; yo le chupaba el lóbulo de una oreja. Y recorrí sus calores, sus olores, el sabor de sus rincones. Me perdí entre brazos, uñas, muslos, piernas, dedos.
Por la escalera subían los sonidos de las otras vidas; niños chillando, mujeres hablando, una moto pasó ruidosa.
Mi vecina y mi homínido unidos, hasta que ella respiró hondo y dejó escapar un largo y húmedo suspiro.
Todo quedó en silencio, mientras una lluvia de calcetines caía por el hueco de las escaleras, y en el cielo millones de nubes, con formas de manzanas, seguían viajando.

El Epitafio:
"Apruebo que te lo llevases más cerca, pues el anciano no podía ya ver desde la tierra las nubes".

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martes, octubre 07, 2008

Mi Colección de las Cosas Simples.

Nada, tendré que seguir esperando la inspiración, si es que ésta vuelve.

Se me ocurren muchas cosas que escribir pero sin motivación es imposible.

¡Pero bueno!. Mi Blog no se llama "Los Escritos de Aureliano el de Gerena". Su nombre es “Las fotos de” no “Los textos de”.

Pues ahí van. Más fotos de mi colección de las cosas simples.
Que sirvan para entretenerme a mi y a la parroquia. Mientras regresan las musas. Si es que regresan.



EL TORO.






LA BALLENA.






EL NÚMERO.






DRAGONCITO ALADO.








GEOGRAFIA VAPOROSA



De vez en cuando aparecen. Por allí arriba. Sólo hay que mirarlas e imaginar.
Saludos.

Nota: Si le gustó la entrada, recuerdo que ya publiqué otras fotos de nubes en el pasado mes de mayo. Pincha aquí si quiere verla o recordarla.

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domingo, octubre 05, 2008

Las Murgas del Tío Tejo


Alguien llamado Tío Tejo, -Estaría bien que nos dijera por qué se llama así si, como supongo, tiene algún significado- Se ofrece a compartir con nosotros dos preciadas y preciosas letras de murgas antiguas de nuestro pueblo. Me llena de orgullo que sea en mi blog donde se publiquen. Tío Tejo, haces muy felices a todos los que aman Gerena y sus tradiciones. A Prometeo, que además ama la música, imagínese.

Ahí van, merece la pena imaginar con ellas.


Tio Tejo:

¿Queréis letras?. Contribuyo con una.

Autor: Diego el de Laura Tema: Ridículo que hicieron, cierto día, los cazadores del pueblo creyendo matar un lobo y cómo los recibió el pueblo con guasa.


El 24 de Marzo aquí en Gerena

todo el pueblo se "alevantaba" con fe

y a matar al lobo que estaba "enzotado"

en el arroyo de la Haza el Portugués.

Pero cuando el guarda vino a "avisá! al pueblo

y se enteran todos los de la afición,

fueron "tós" por la escopeta a su casa

y se fueron en el coche de Ramón.

Cuando llegaron a donde estaba el lobo

el guarda antes, fue y le tiró

y el relojero lo devoraba

y Manolete se lo cargó.

Pero cuando el lobo cayó muerto al suelo

por la haza "tos" corrían con alegría,

cuando llegaron donde estaba el lobo muerto,

se encontraron que era un perro policía.

De coraje en el hombro se lo echaron,

lo metieron en el coche del "pescao",

luego allí fuimos todos a darle al ojo,

cuando lo "abajaron" en la Cruz del Soldao.

Y un viva grande le daba el pueblo

a "toa" la gente de la afición

y parecía la calle arriba

el día la Fiesta la Encarnación.






TITO TEJO:

Otra letra. La música es la misma que la del Novio de la Muerte de la Legión. Diego el de Laura siempre empleaba músicas conocidas y pegadizas para sus letras. Espero que os guste.

Autor: Diego el de Laura

Tema: Manuela la Castillera, estando embarazada, roba un par de botas a Pepe el Zapatero.



En la calle del cuartel,

y en casa de Pepe Marcela

ha cometido un indulto

Manuela la Castillera.

El canastito en el brazo

y la panza por delante,

Manuela cogió las botas

que estaban en el estante.

Se sorprende y ella declara

de lo que usted dice,

yo no sé nada.

La llevaron al cuartel

y a dar la declaración,

le registraron la casa, la cama, la escupidera

y el canasto del carbón.

Y la Justicia aburrida

se iban a retirar

y un guardia pidió permiso

para registrar el corral,

Cuando miró en el estiércol

escarbando una gallina,

ha puesto a flote las botas

que robó la muy cochina.

Las botas en el hombro se las pusieron,

pa que la reconozca el zapatero.

La pasearon por pueblo

pa que la gente la viera,

la llevaron a la cárcel

y allí se quedó encerrada

por cochina y por ratera.

(Nota: En la estrofa 9 he puesto la palabra "sorprende" dónde Tío Tejo puso interrogantes, pues me parece que encaja bien y así no se queda la murga coja con una palabra menos)


Muchas gracias Tío Tejo, seguro que sabes más. Nos quedamos esperando. Cuando quieras.

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viernes, octubre 03, 2008

Recuerdos


Recuerdo las pequeñas taquillas azules dónde se vendían los billetes de los Díaz Quirós. Ese papel rosa o amarillo, siempre rasposo, con sus pequeñitas letras, quisiera tocarlo.

Un cartucho de papel con calentitos de papas cerca del ambulatorio, a la mano de mi madre, después del criminal pinchazo, el ayuno, y las calenturientas martas.

Recuerdo ir a lavar el coche de papá al río, y aquella mañana de invierno que caí al Guadiamar a la enésima vez que lo cruzaba sobre un tablero.
El chiriguito en verano, medio tumbado por la cuesta, con el rumor de un Cachón misterioso y sombrío.

La vez que me mandaste por el cartabón o las llaves de apretar las escaleras, y arrastré inocente un saco de yute con sus secos terrones.

Merodear el Berrocal, asomarme al filo y ver la porquería flotando, las ratas huyendo y un cocodrilo que nunca existió.

La cacerolada nocturna contra el vertedero.

Aquella vez que me caí corriendo por la cuesta del Jardinillo.

Recuerdo una tarde rebuscando garbanzos y tostarlos, con sal e impaciencia.
Robar girasoles, mascar el trigo, beber de todos los búcaros.

Jugar a arto, al bote, a llamar a las puertas, al salto de la paloma, al de la jirafa.
Ver volar un pandero desde lo alto de la torre y los rastrojos ardiendo, allá por los Larios.

Echo de menos al conejo de la suerte y a todas sus castas. A mi corazón azotado por el beso de aquella niña.

Echo de menos a las cabras, y a su siembra de cagarrutas. A la peste del cabrón, cargando con sus cuernos y su peto inoportuno. A las vacas andando solitarias, subiendo por la cuesta, en fila, sin perder el paso y sin pedir permiso, a sus aires, con sus tetas rosas, blancas, negras, infladas. Y al final de todas, cuando parecía que estaban dando vueltas y siempre eran las mismas, aparecía la vaca coja y un tostado Aniceto.

Recuerdo la vez que me dieron dos calabazas en la misma noche. La tarde que, por fin, me dijo sí.

La escalera de la discoteca de verano, que no llevaban a ninguna parte, con aquellas diosas subiendo y bajando, sería del cielo.

Recuerdo los asientos oscuros del bar Yoly, donde siempre tuve sed.
Esa plaza de los Enamorados antes que se quedara sin nombre. Qué envidia de manos detrás de las tuyas.

Echo de menos la tarde en que la ginebra y un Licor 43 me privaron de una nochebuena. La noche que nos disfrazamos de mujer y ellas de bellos hombres.

Recuerdo, en mi boca, las jarritas heladas que ponía el Gafa, con las almendras tostadas impregnadas de sal y aceite. Y l
os montaditos de lomo con perejil del bar del Pitufo. El vino derramado, el humo de los celtas, los actores de las medias bolillas y de las bolillas enteras, saliendo de la Rociana sin equilibrio.

El color de su mascota, el olor de su puro, sus andares asimétricos.

Echo de menos llamar desde la cabina, mientras en el reloj tocaban las once. Y aquel cigarrillo, mientras te escribía cartas.

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miércoles, octubre 01, 2008

¿Adónde?



Nadie sabe adónde vamos.
Ni qué queremos ni lo que amamos.

Somos la rueda, el diente, la manecilla.
Engranajes de un reloj, el martillo que amartilla.

Somos tornillos, tuercas, la prensil manivela.
Hijos del tiempo, la escoria cuando arde la vela.

Tu no eres nada. Yo ni un poco.
¡Ni mis padres! ¡Mi mujer no es nada!
Y mis hijos... ¡Ellos tampoco!

Y el dinero: nada.
Y la hipoteca: nada.
¿Y el maldito coche con su puñetera letra?
¿Y la hija puta de la Teletienda con su colchoneta en la que nunca duerme nadie?
Estrenémosla, venga ya, antes que el tiempo se acabe.

Como chavales sin nido.
Como fogosos amantes.
En un revolcón de plástico.
Si revienta, ya pondremos un parche.

Nada vale lo que cuesta,
todo se mide y es pesable.
¿Cuentos corazones?, ¡He señora!
Más barato que nadie.

Y fuera solo hay vacío.
Hasta que este reloj se pudra.
Cortantes y ásperos somos de frío.
Helada y seca nuestra envoltura.

Rompámosla, ya es hora, de cagarnos en las apariencias.
Ya es tiempo de aprender a querernos.
De tocarnos, de manosearnos como bestias.

Y con la fuerza de una roca márcame con tu boca.
Para mandar a la mierda.
Esa moda absurda de las marcas en la ropa.

Ya no sé lo que digo, quizás tu me comprendas,
y sepas explicarme adónde vamos,
que no lo sé, ni se me enseña.

O tal vez no te importe. Eso sería un consuelo.
Si te importa o no te importa.
Pon el colchón en el suelo.

¡Ay! Qué poco tiempo para besarte tanto.
¡Ay! Qué pocas horas para llenar de arena tu relojito.
Dame el color de tus pestañas. La luz de tus ojitos.



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