sábado, diciembre 26, 2009

Navidad de reventa

Pasaron y también vendrán; dos mil años de ingenios y medicinas.
De vacunas y canciones, de dentaduras postizas, de valientes y cobardes.
De bisturíes acomplejados, de besos con sal y vinagre.
Veinte siglos perros, brillantes y sarnosos.

Y siguen llegando, cada año, a llamar a mi puerta, una mujer en cinta sobre un pequeño asno, y un hombre que pide ayuda compungido, buscando un techo bajo el que pasar la noche, donde traer al mundo una esperanza nueva. Y le diré que no.

Se fueron, también vendrán; dos mil años de móviles y aviones.
De faxes y satélites, de misiles inteligentes, de guerras preventivas sin supura.
Doscientas décadas rompiendo y remendando corazones.

Y cualquiera de estas noches, con sus cielos sin colores, nacerá entre las bestias, mientras el agua golpee el papel metálico de la chabola, aquel que venga sin su pan bajo el brazo, porque yo lo revendí.

Nota: El de la foto era yo.


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sábado, diciembre 19, 2009

Aquella armónica de niño


Una vez fui un niño con una armónica plateada, cajita mágica de música, labrados sus costados con casitas chinas y plantas exóticas. Hace ya mucho de esto, como de aquel domingo templado de invierno que salí con ella a la puerta de mi calle y me encontré a un viejo Martel sentado en su silla de nea. Tomaba el sol despacio, apoyaba sus grandes manos de músico bueno sobre un bastón regio y brillante. Bastón que tal vez quisiera ser batuta pero se contentaba con sólo soñarlo. El maestro me miró risueño, con unos ojos comidos de años, y quiso sonreírme, y hablarme de cosas raras: De claves de soles, de notas, corcheas... del tres por cuatro...

Aun tengo por ahí mi vieja armónica. La tengo, aunque no sé donde; anda perdiéndose por los cajones. Me gusta que esté de esa manera; perdida. Que se pasee por mi casa, cambiando a su antojo de armario, pues una armónica de niño no se debe nunca retener como si fuera un ave cantora encerrada entre alambres tristes.

Aquella armónica me la regaló mi Nene Ignacio. Que cada verano al volver de Barcelona me traía algo.

Mucho tiempo después, entrado ya en la crisis de mi adolescencia, aprendí, por fin, a sacarle canciones, a respirar a través de élla.

Todo esto que cuento lo hago porque me acuerdo de él. Y aunque sé que no puede leerme desde la cama donde mantiene su particular guerra, escribirle me hace sentir bien.

Me felicito por mi fortuna. Tuve suerte de conocer a esa clase de hombres. Y siempre, aun cuando para bien o para mal pasen estas horas bajas, será este hombre parte de mí. Pues lo llevo dentro como lleva un pozo el sonido de su agua o como se pega el verdín en el fondo de las fuentes.

Suerte tengo de haber oído su voz sabía tantas veces, que ahora me parecen pocas y que quiero seguir oyéndola. Pase lo que pase todo fue por ser valiente.

Suerte de haber charlado contigo de universos y estrellas, camino de la fuente El Gato, por aquellos lejanos años en que yo era solo un niño con armónica y tu un emigrante que cada verano retornabas a tu pueblo, como vuelven y seguirán volviendo, aun cuando ya ni estemos ni seamos, las preciosas golondrinas.

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martes, diciembre 08, 2009

Momentos


El hombre ahora respira; ya pasó el peor momento, aquél en que sus constantes apenas hacían oscilar las líneas de los gráficos. Está quieto, quizá sedado, duerme a una profundidad tremenda, tan hondo que apenas llegan los sueños. El corazón camina lento, algo cansado, pero sigue adelante, resistiendo al último naufragio.

Al respirar la sábana hospitalaria, sin color y cubierta de sombras, sube y baja. El gotero es un segundero líquido que viaja entre tubos azules. Apenas hay nada que ver, es de madrugada, aunque eso él no lo sabe.

Mueve la mano y entreabre los ojos; A veces le llega una breve lucidez y la aprovecha para hacer cuentas de su vida. –¡Matemáticas a estas alturas!- Se dice. Entonces piensa en la esperanza, la soledad, la amistad, el amor, su familia... no sabe cuando volverá ese precioso instante así que no lo quiere desperdiciar en cábalas banales. Y siempre desdeña el miedo.

El hombre sabe que todo lo anterior fue provisional, porque la vida y los años son los mejores maestros. Todo es provisional; provisional es vivir, es nacer, es crecer, es envejecer. La felicidad es provisional y los sueños son provisionales. También es provisional el estar allí inmóvil en la cama. La vida entera es un invento provisional.

Y vuelve a dormirse y al hacerlo siente como se le humedecen los ojos, pero no está llorando, sólo que recuerda cosas casi olvidadas, entre lágrima y lágrima. Cosas tan vivas, tan reales, que le hacen aun sentirse vivo. Pues el hombre es todo sentimientos, la carne sólo sirve para poder abrazarlos.

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martes, diciembre 01, 2009

Decir adiós


Algún día de estos tendré que hacerlo; quitaré la foto que tengo en este cuaderno donde tantas veces escribo y leo tantas cosas.

Porque cuando la veo se me aprietan los organos de dentro y siento como tartamudean mis propios latidos.

¿Tanto la echo de menos que no puedo soportar el daño? No sé, cualquier día de estos, cuando me dé este especie de mini infarto, tendré que quitar su foto, aunque pueda que no sirva de nada, porque tengo su rostro grabado en la cabeza tan fuerte que sería imposible borrarla, tan hondo que no sale.

Me resisto a decirle este adiós, y me sigo acordando, siempre, y la angustia me llena; mañana, pasado, todos los días me acuerdo, montones de veces, y no quiero quererla, y no quiero ponerme triste, y... Debo romper esa foto y no escribirle más cartas.

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