jueves, marzo 29, 2012

Las uñas




Que además de trabajar pensamos;
actores de un tinglado de pan y circo
y meretrices de saldo y esquina;
que este sistema de pies de barro,
donde las trabajadoras olvidadas,
se espabilan y miran de frente,
a los ojos sucios del maleado dinero.

Que este invento no funciona,
que solo engaña, que nada puede
sin el brazo del peón caminero
sin los dedos eléctricos del oficinista
sin el despertador, sin el mono azul,
sin la sirena del tiempo vendido,
sin los poros sudados de las hormigas.

Ahora una huelga general nos purifica;
viene a limpiarnos de aquel aliento
que nos quiere hacer presas y presos,
la huelga llana, conciencia reclama.

Podemos decir que esto no nos gusta,
podemos levantar la voz y gritar fuerte;
que paren las ruedas; que somos uno solo,
que por un día, tan solo por una horas,
enseñamos las uñas, y éstas se saben,
de que hoy quieren defender su mañana.




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lunes, marzo 12, 2012

Corro y respiro


Cada noche salgo a correr; necesito dejar atrás las cosas... Me gusta ver como Venus y Júpiter van, poco a poco, alejándose; cada noche más lejos; hoy no se ve la luna.

Corro por los barrios nocturnos. Piso calles sin necesidad de llegar a ningún sitio, a esa hora en que las vidas se recogen y por las ventanas hay hogares de hombres y mujeres que cenan, que queman su tiempo delante de un partido de fútbol, o viendo un programa donde dos rubias se sacan las tripas. Algunos también ven películas maravillosas, o se informan de las cosas que pasan, o se aman, los menos, al otro lado de los visillos.

Yo sigo corriendo cuando los niños ya duermen o están a punto de hacerlo; ya sus mentes van entrando en el dulce letargo de los pijamas y del agua de colonia; criaturas viajeras que se van marchando, allá donde nadie puede venderles nada ni cambiarles sus sueños por otros. Aunque sea solo hasta la mañana siguiente.

Yo corro y respiro; una pierna, luego la otra, y respiro. Algunos coches pasan con prisa dejando un halo fétido de humo. También me adelanta un autobús ronco donde hay gente cansada pensando en sus cosas.

Y corro bajo las farolas amarillas: Las aceras tienen grietas. Los árboles muertos dejaron sus esqueletos resecarse, y las pocas papeleras tienen pegados teléfonos de pintores, escayolistas, pulidores, fontaneros... hay casas vacías que envejecen mudas sin corazones dentro.

Al llegar a casa, mi móvil en la mesa, lo cojo y tiene un mensaje; “Que sea ella, que sea ella”, me digo mientras voy mirando impaciente como se va abriendo. Tengo aún calor de la carrera, las sienes mojadas, las piernas cargadas, y en el corazón un poco de cosquillas; “Que sea ella, que sea ella”, me repito. Y es ella; me siento muy bien y me meto en la ducha pensando en ella. Imagino entonces qué nombre tendrá y no se me ocurre ninguno.

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