Por higiene

A las puertas de la Santa Semana Santa, de los días en que el culto a la escultura es cultura.
A dos pasos del lucimiento de los grandes y esperados estrenos; mantos, coronas, respiraderos de plata, mocasines de marca, braguitas nuevas por la vertical trasera.
A pocos días de la lenta carrera oficiosa, de las sillas plegables, del palquito revendido, de las apretadas, agobiantes, maravillosas y empalmantes bullas.
A pocas horas de la mellada medalla en el cuello, de la insigne insignia en la solapa, de la vara en la mano, y de los demás galones que jalonan al jerarca cofrade.
Al instante del desfile de la fila, de la pasarela interesada de los abraza farolas de catálogo, del regocijo entre cirios de los defensores de la moral.
Próximo al momento del lustroso tricornio, del monaguillo primado, del incienso dando porculo, del paseillo triunfante de los acólitos políticos, del prodigioso batido de la fe, el Estado, la cruz y la patria.
Y, sobre todo, cuando toda esa farándula urbana, junto a la santísima Barbie, estén pasando por mi cara.
Por higiene pensaré;
“No llevéis ni oro ni plata, ni dinero en el bolsillo, ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias ni cayado. Y allí donde vayáis, decid a todos: La paz con vosotros.”
Creo que aquello lo dijo un tipo llamado Jesús.
Etiquetas: Cosas mías